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Editorial
Domingo 23 de noviembre de 2025
Falta de credibilidad del mensaje
Las personas se cambian, se toma distancia de quienes eran ayer cercanos, se busca conectar con otros a los que antes se criticaba, se desmarca de los proyectos de los cuales participaba y, en fin, el mensaje se altera tras el objetivo de ganar unas elecciones.
El punto negro para la oposición ha sido el resultado parlamentario, que por errores propios deja a un eventual gobierno de derecha sin mayoría.
El mal resultado de Jeannette Jara en las elecciones del domingo pasado —ni los peores pronósticos le daban una votación tan baja—, hace que esta segunda vuelta esté prácticamente decidida en favor del candidato de la oposición José Antonio Kast. Aunque en política nada está asegurado, salvo un evento imprevisto que logre remecer el escenario, todo indica que las semanas que quedan para la elección serán interminables para ella; crecerán las divisiones internas en el oficialismo y poco a poco estará cada vez más sola, como ha ocurrido en el pasado con quienes han debido enfrentar un escenario similar. Las recriminaciones, cambios de estrategia, peticiones de renuncia de su coordinador de campaña y de un recién nombrado “embajador” de su comando (un cantante urbano con un proceso abierto por violencia intrafamiliar) son una buena muestra del extravío y de las dificultades por las que atraviesa la candidatura de Jara.
Su principal problema es la falta de credibilidad de su mensaje, el que aparece acomodarse a las circunstancias, aunque ello implique descreer de lo que hace muy poco sostenía o pensaba. El alejamiento de su partido, el Partido Comunista, del cual ha sido una disciplinada y entusiasta militante desde los 14 años, para presentarse ahora como de centroizquierda —no hay, desde luego, reflexión alguna que permita explicar ese giro—, parece una táctica de campaña que difícilmente pueda convencer a una mayoría.
Algo similar ocurre con su distanciamiento del Gobierno —salvo, claro está, de las materias que le tocó participar y que las presenta como logros propios—, en circunstancias que hasta hace solo algunos meses era orgullosa miembro del gabinete del Presidente Boric, a quien, por cierto, fue a visitar en su casa al día siguiente de ganar la primaria oficialista. Con una frialdad pasmosa, al darse cuenta de que la impopularidad del Gobierno perjudicaba su campaña, comenzó a criticarlo, primero, con duras arremetidas contra la exministra Carolina Tohá por su gestión en seguridad. Luego, entre otros aspectos, no ha tenido reparos en cuestionar al ministro de Vivienda por la reconstrucción en Viña del Mar, al ministro de Hacienda por el presupuesto y, también, en hacer reproches directos a decisiones del Presidente Boric, desde el caso Monsalve a su actitud de no pararse a saludar a Milei o las descalificaciones contra Trump, y críticas al manejo de la toma de San Antonio, en que llegó a emplazar al Gobierno para que la desalojara. Apostar a que el país ignore su trayectoria en esta administración y la separe a ella del juicio crítico que genera el Gobierno es tal vez pretender demasiado.
Ahora, luego de la alta votación alcanzada por el candidato Parisi, procura acercarse a él, no importando las diferencias notorias de sus proyectos y los ataques que históricamente desde la izquierda han dirigido en contra de este. Baste recordar, por ejemplo, la comparación entre Parisi y Trump que hizo su flamante vocero Francisco Vidal (en 2016), que le valió en su momento una durísima réplica del líder del Partido de la Gente. La reciente salida de su coordinador estratégico de campaña Darío Quiroga, por descalificaciones clasistas en contra de la hermana de Franco Parisi, que eran conocidas hace algunos meses en su comando, dejan en evidencia que solo ahora que se necesitan los votos de sus adherentes estiman que su permanencia en el comando es insostenible. Una situación parecida ocurrió inmediatamente después de las primarias, cuando sacó a su compañero de partido y jefe programático, Fernando Carmona, solo una vez que arreciaron las críticas a su programa de gobierno.
De nuevo, las personas se cambian, se toma distancia de quienes eran ayer cercanos, se busca conectar con otros a los que antes se criticaba, se desmarca de los proyectos de los cuales participaba y, en fin, el mensaje se altera tras el objetivo de ganar unas elecciones.
Sin mayoría en el Congreso
En la candidatura de Kast, en cambio, luego de una durísima primera vuelta, la situación está más tranquila, y en la reciente semana se han logrado distintos avances. El que Matthei y Kaiser generosamente hayan comprometido de inmediato su apoyo sin condiciones en esta segunda vuelta ha contribuido a distender el ambiente. Las reuniones de sus equipos programáticos de campaña han sido bien evaluadas y dan fundadas esperanzas de que es posible un trabajo conjunto en un futuro gobierno de Kast. Con todo, queda mucho todavía por hacer y los mayores problemas seguramente no estarán en la segunda vuelta, sino en la conformación de un gabinete equilibrado, con capacidad de gestión y una base amplia que permita dar gobernabilidad.
El punto negro para la oposición ha sido el resultado parlamentario, que deja a un eventual gobierno de derecha sin mayoría en la Cámara y en el Senado. Aquí, la división de fuerzas y la falta de coordinación de las campañas —todas situaciones reiteradamente advertidas y no escuchadas— le impidieron aprovechar plenamente sus altos caudales de votos obtenidos. Errores casi infantiles que salieron demasiado caros.