Señor Director:

Luego de mi carta titulada “Sobre los arbitrajes”, publicada el sábado de la semana pasada, aparecieron dos respuestas. Agradezco sinceramente el aporte del profesor Alejandro Romero, cuyas propuestas para modernizar el sistema arbitral van en la dirección correcta. Ojalá el Centro de Arbitraje de la Cámara de Comercio las acoja, porque es evidente que esta institución requiere cambios relevantes para cumplir adecuadamente sus fines.

También quiero referirme a la carta de mi amigo Alberto Labbé, árbitro del Centro de Arbitraje y Mediación (CAM) Santiago. Señala que solo coincide parcialmente conmigo y que no comparte mis críticas. Le aclaro que no he cuestionado el arbitraje como mecanismo de justicia; al contrario, he recurrido a él muchas veces y seguiré haciéndolo. Un buen árbitro y un buen sistema arbitral son indispensables.

Respecto de la defensa que hace la señora María Teresa Vial, presidenta del CAM, no comparto que eso constituya una autocrítica. Es muy distinto reconocer problemas concretos —que existen y son conocidos— a limitarse a destacar que el CAM cuenta con 260 abogados de excelencia y reconocimiento internacional; esto último pareciera una crítica desde la autocomplacencia. Si todos coincidimos en que ha habido arbitrajes de muy mal desempeño y consecuencias gravosas, ¿qué pensarán las partes afectadas cuando se insiste en esa excelencia general?

Cuidar el sistema arbitral exige partir por transparentar sus falencias y asumir las numerosas quejas que surgen día a día. Lo mismo ha ocurrido en el Poder Judicial, donde las denuncias han permitido corregir prácticas indispensables.

Mis comentarios —como los de tantos otros, incluidos árbitros— buscan contribuir a mejorar el sistema, no desacreditarlo. Si todo funcionara como se sugiere no habría necesidad de defensas públicas. Y es evidente que no todos los árbitros son de excelencia; algunos sí lo son, y ojalá permanezcan muchos años en esa función.

Felipe Montes C.