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Editorial
Sábado 22 de noviembre de 2025
¿Se activa la inversión?
Uno de los desafíos de la economía chilena es la atracción de inversión. Las cifras recientes sugieren cierta activación, probablemente por las expectativas de un cambio de timón político.
El último Boletín Estadístico del Banco Central mostró un aumento en los niveles de inversión que fue recibido por el Gobierno como una señal de reactivación y de respaldo a sus políticas. Específicamente, el instituto emisor dio cuenta de un aumento en el tercer trimestre de 10% (en doce meses) en la formación bruta de capital fijo (FBCF), principal agregado económico asociado a la inversión. La cifra viene a complementar el aumento anual de 5,8% en la misma variable reportado para el segundo trimestre. Sin embargo, una variación anual del PIB en el tercer trimestre (1,6%) por debajo del límite inferior esperado por el mercado (1,8%) matizó el optimismo.
En cualquier caso, la tendencia en la inversión debe analizarse en función de los principios económicos que la movilizan y del deterioro que por muchos años ella experimentó.
Expectativas, un gran motor
Por supuesto, las decisiones de inversión dependen fundamentalmente de las expectativas de los agentes respecto del futuro, lo que lleva a cuestionar el intento de atribuirse el mérito de su crecimiento por parte de la autoridad en momentos en que se aproxima el fin de una administración.
Y es que la importancia de las expectativas como motor de la inversión ya era observada por John Maynard Keynes en 1936. Según el economista inglés, si bien el costo del dinero (la tasa de interés) juega un rol central, los rendimientos futuros esperados serían preponderantes al momento de decidir: aun si el crédito fuese barato, las empresas invertirán solo si anticipan que el futuro será suficientemente rentable. Inversamente, si proyectan una caída en la demanda o un deterioro del clima económico, pueden frenar la decisión, aun con tasas de interés bajas.
Así, las expectativas desempeñan un papel determinante. Ello, pues por definición invertir implica ejecutar un gasto que apuesta por un flujo de beneficios inciertos. Entonces, para interpretar adecuadamente un aumento puntual en la inversión, es necesario considerar factores como la visión macroeconómica de los agentes respecto de posibles cambios en la conducción de un país.
Así, es imposible desconocer la posibilidad de que parte importante del mayor apetito de los inversionistas haya estado vinculada al gran número de encuestas que anticipaban un mal desempeño electoral de la candidata comunista, Jeannette Jara, frente a los postulantes de oposición. El resultado del pasado domingo probablemente será un aliciente adicional. Por de pronto, la respuesta de la bolsa y la caída del dólar apuntan en dicha dirección.
Adicionalmente, la consolidación de la candidatura de oposición a partir de propuestas que apuntan a potenciar la iniciativa privada y acotar el rol actual del Estado probablemente será un amplificador de la tendencia. Esto, además, habilitaría una posible salida al largo proceso de estancamiento vivido por el país.
Lo anterior se conecta con un elemento crítico del debate moderno sobre política económica: cómo crear y sostener expectativas favorables y, por supuesto, las consecuencias de no hacerlo.
Chile ha sido un buen ejemplo de esto último. Baste recordar el costo que significó, en la segunda administración Bachelet, un discurso que privilegió la redistribución por sobre el crecimiento (la derogación del Decreto Ley 600 fue una manifestación de ello), o, también, el relato ideológico centrado en las críticas al mercado y en la supremacía del Estado como asignador de recursos impulsado por el actual gobierno. Quien quiera sea el candidato que llegue a La Moneda deberá comprender que la comunicación clara de políticas proinversión, la credibilidad institucional y marcos regulatorios estables son esenciales para que la inversión responda no solo a los incentivos financieros, sino también a la convicción de que el futuro es lo suficientemente prometedor como para arriesgar capital hoy.
La base de comparación como distorsión
Tampoco es posible desconocer la fuerte influencia de la base de comparación en la expansión reportada por el Banco Central.
Para ilustrarlo, es necesario recordar lo ocurrido en materia de FBCF durante parte importante de los últimos dos años. En el tercer trimestre (Q3) de 2023, la inversión cayó (en doce meses) 2,5%. En los siguientes trimestres la situación se repetiría: -3,8% en Q4 de 2023; -4,5% en Q1 de 2024; -4,0% en Q2 de 2024; -0,8% en Q3 de 2024. La lamentable secuencia significó que el nivel de FBCF en el tercer trimestre de 2024 alcanzará solo los US$ 11.992 millones, monto inferior al reportado en el mismo trimestre de 2022. Sin crisis internacional mediante, las expectativas de los agentes respecto del futuro de la economía durante la administración Boric no fueron incentivo para invertir.
La consecuencia directa es que cualquier comparación con aquellos números debería ofrecer casi mecánicamente un panorama más optimista. Eso es precisamente lo que muestran las variaciones en doce meses en la FBCF a partir del cuarto trimestre de 2024: 3,3% (Q4 2024); 1,6% (Q1 2025); 5,8% (Q2 2025), y 10% (Q3 2025). Sin embargo, el análisis de las variaciones en un espacio de tiempo mayor ofrece una perspectiva distinta. Los mismos trimestres, pero considerando los niveles de tres años atrás, implican variaciones reales de -0,6% (Q4 2024); 0,7% (Q1 2025); 4,4% (Q2 2025), y 6,5% (Q3 2025). Para cualquier economía, crecimientos de esta magnitud en una ventana de tres años solo revelan inmensas dificultades para promover la inversión.