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Editorial
Domingo 16 de noviembre de 2025
Segunda vuelta de Jara
No cabe descartar que frente a un pobre desempeño electoral del Socialismo Democrático, surjan de inmediato los reproches y comience una autocrítica sobre los costos que le ha significado a la centroizquierda y su proyecto el haber participado en este gobierno.
Quien resulte ganador en la oposición tendrá quizá la mayor responsabilidad en colaborar en este espíritu unitario. El peor error sería estimar que tiene un apoyo mayoritario a su proyecto particular.
Seguramente, las mayores dificultades de la candidata Jeannette Jara comenzarán a partir de mañana, cuando se inicie la campaña de la segunda vuelta presidencial. Si hasta el momento su persona ha recibido parcial atención y sus propuestas insuficiente escrutinio —la preocupación mediática ha estado fundamentalmente centrada en la dura disputa en la oposición—, ahora deberá enfrentar a un solo candidato que, según muestran todas las encuestas, partirá el lunes con un apoyo mayoritario de la población. Su militancia en el Partido Comunista desde los 14 años y, sobre todo, el representar la continuidad de un gobierno mal evaluado —cualquier esfuerzo por distanciarse de esta administración, tratándose de una de sus ministras más reconocidas, muy improbablemente resultará convincente—, será un lastre pesado para alcanzar una mayoría.
Si a ello se agregara que, como auguran algunos pronósticos, el resultado parlamentario es malo para las fuerzas del oficialismo y sucede que sectores de la oposición logran una inédita mayoría en ambas cámaras, la situación de Jara puede resultar insostenible y, abandonada por muchos, las semanas que queden para la elección serían interminables para ella. Tampoco cabe descartar que frente a un pobre desempeño electoral del Socialismo Democrático en las parlamentarias, surjan de inmediato los reproches y comience una autocrítica sobre los costos que le ha significado a la centroizquierda y su proyecto el haber participado en este gobierno e integrar una coalición con la izquierda más dura, representada por el PC y el FA. ¿Qué ocurrirá, por ejemplo, al interior del Socialismo Democrático si es el PC el partido que crece en el oficialismo? ¿Será creíble en ese escenario un giro hacia el centro, como pretende la candidatura de Jara?
De otro lado, las críticas a la gestión del Presidente Gabriel Boric y su incomprensible protagonismo en diversos momentos de la campaña, también pueden generar recriminaciones internas. Y es que las únicas posibilidades de Jara en segunda vuelta radican en que el oficialismo logre una buena representación parlamentaria que sirva de aliciente a las fuerzas que la apoyan y, especialmente, que se produzca una división en la oposición, peleas entre sus dirigentes y, en general, un cúmulo de errores que sean aprovechados hábilmente por los adversarios.
Unidad de la oposición
Más controvertida, aunque sin ser crítica, ha sido la interacción entre las candidaturas presidenciales de la oposición y sus partidos respectivos. A diferencia del período que transcurre entre una primaria y la primera vuelta, el que resta entre esta y la segunda vuelta es muy corto y las asperezas que puedan quedar adquieren peso. Por tanto, es indispensable para este sector una puesta en escena unitaria desde la misma noche del domingo. Más aún cuando la estrategia de la candidatura de Jara y el Gobierno será calificar a cualquiera de los candidatos opositores que pase a segunda vuelta como una candidatura extrema, que pone en riesgo la democracia y las principales políticas sociales. En un relato así su rival ideal sería Kaiser, pero el discurso no cambiará sustancialmente si es Kast o Matthei. Baste recordar los ataques y descalificaciones que recibió en su momento Sebastián Piñera.
Naturalmente, la unidad más amplia de la oposición es la mejor forma de enfrentar ese tipo de críticas.
Así, cabe reiterar lo obvio y que en el fragor de una disputa política parece a veces olvidarse. Está en el mejor interés del país, que requiere con urgencia un cambio en la orientación y gestión de las políticas públicas, que la legítima competencia entre las candidaturas de oposición —en que lamentablemente no han faltado las descalificaciones— no termine debilitando no solo la opción de quien, en definitiva, pase mañana a segunda vuelta, sino dándoles argumentos a los adversarios para comprometer la gobernabilidad del futuro gobierno. Las diferencias que hay entre sus proyectos, los énfasis que desean relevar y las formas de hacer política, si bien importantes, son sustancialmente menores que las existentes con la izquierda que hoy representa al oficialismo, liderada por una candidata comunista. Eso debiera quedar claro a la ciudadanía a partir de mañana.
Quien resulte ganador en la oposición tendrá quizá la mayor responsabilidad en colaborar en este espíritu unitario. El peor error sería estimar que tiene un apoyo mayoritario a su proyecto particular, en circunstancias que solo en conjunto con otras fuerzas opositoras podrá ser mayoría. Además, no debe olvidar que muchos de los votos que hoy recibe la oposición, más que el apoyo a un proyecto específico de un solo partido, son producto de la impopularidad del Gobierno y como tal puedan cambiar rápidamente.
De otro lado, de darse el escenario de mayoría parlamentaria de oposición en ambas cámaras, sería inentendible que no se pongan desde ya de acuerdo para aprobar proyectos que contribuyan a devolver al país a la senda del crecimiento, la creación de empleo y ayuden en la lucha contra la criminalidad. Una profunda reforma del Estado, el fortalecimiento de diversas instituciones hoy desprestigiadas, y cambios al sistema político son algunas tareas que podrían emprenderse. De cómo actúen las dirigencias a partir de mañana depende que no se dilapide esta gran oportunidad.