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Editorial
Domingo 16 de noviembre de 2025
Las campañas que terminan
La gestión Boric ha terminado siendo un gran pasivo para el oficialismo.
Las conclusiones que emergen de las campañas para la Presidencia (primera vuelta) y el Congreso son diversas. La más llamativa es, posiblemente, el fuerte castigo que han significado para el Gobierno. Este no solo ha sido criticado severamente por la mayoría de los candidatos, sino que la representante del oficialismo no ha gastado mayor tiempo en defenderlo e incluso ha cuestionado con dureza aspectos de su gestión. Es un reflejo de que para los sectores oficialistas esa gestión ha sido un pasivo. El rechazo a la aspiración refundacional que marcó su inicio —frenada en seco por el resultado del plebiscito de 2022— nunca dejó espacios para que recuperara adhesión. Y es que los ciudadanos que viven en una comunidad política democrática privilegian, de modo marcado, los cambios graduales antes que aventuras inciertas.
Por cierto, la percepción de un gobierno incapaz de frenar la delincuencia ha tenido un enorme peso en esa mala evaluación. Sin duda, los patrones criminales cambiaron en los últimos años y el abordaje del problema no habría sido fácil para ninguna administración, pero las disputas al interior del oficialismo respecto de cómo enfrentar la crisis de seguridad agudizaron en la ciudadanía la impresión de una fuerte asimetría entre sus preocupaciones y demandas, por una parte, y el interés del Gobierno en resolverlas, por otra. Los altos niveles de desempleo y el mediocre desempeño económico también han jugado un papel.
Es muy difícil que, en estas circunstancias, el oficialismo pueda, en ningún país, retener la presidencia. Más todavía si la figura que lo representa en la elección ha sido parte del núcleo gubernamental. Así, el intento de “desmarque” era inevitable. Posiblemente, consciente de ello, el Presidente Boric, en algún momento, quiso ser un actor relevante en esta campaña, con cuestionadas intervenciones públicas. Es probable que con ello no solo haya perjudicado a la candidata oficialista, sino también a las personas de esta coalición que aspiran a un cargo parlamentario, al vincularlas con un gobierno impopular. Por lo mismo, cabe anticipar que en la segunda vuelta Jeannette Jara se desmarque aún más de La Moneda e intente resaltar diferencias de personalidad más que políticas.
Con todo, los resultados del oficialismo en el Congreso podrían terminar siendo mejores de lo que sugiere el actual escenario. Ello, no por méritos propios, sino por la decisión de la oposición de haber ido en listas separadas, que podría arrebatarle a este sector la posibilidad histórica de tener mayoría en ambas cámaras. Esa posibilidad sigue abierta, pero con un margen de duda generado precisamente por tal decisión. Ahora, más allá de situaciones puntuales, la competencia entre las dos listas parlamentarias opositoras ha transcurrido en un clima cordial —desde luego, más amable que entre sus cartas presidenciales—, el que puede ser muy útil tanto para la campaña de segunda vuelta como para una coordinación efectiva en el Congreso. Esto, claro, en la medida en que un resultado que se aleje de las expectativas no alimente tardías recriminaciones.