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Editorial
Domingo 02 de noviembre de 2025
Se acerca la hora de los balances
En el análisis del oficialismo no podrá estar ausente el juicio sobre la gestión del gobierno saliente y particularmente del Presidente Boric, quien ha procurado ser una y otra vez un protagonista del debate de campaña para elegir a su sucesor.
A solo dos semanas de las elecciones, se acerca también el período de balances y autocríticas en el oficialismo y los distintos sectores de la oposición. Si bien quedará pendiente el resultado de la segunda vuelta presidencial —las encuestas muestran que el candidato de centroderecha o derecha que pase debería ganar con cierta holgura—, sobre todo los resultados parlamentarios permitirán hacer un primer análisis político global sobre lo sucedido. Desde luego, en la oposición se evaluarán la controvertida decisión de ir en listas separadas, la nueva correlación de fuerzas existente entre Chile Vamos y la coalición liderada por el Partido Republicano y los errores en que algunas candidaturas presidenciales incurrieron en el diseño de sus estrategias de campaña.
En el análisis del oficialismo no podrá estar ausente el juicio sobre la gestión del gobierno saliente y particularmente del Presidente Boric, quien no solo se involucró directamente en la confección de los nombres de los candidatos al Congreso —llegó al extremo de sacar a un ministro como represalia al surgimiento de dos listas en el oficialismo—, sino que procuró ser una y otra vez un protagonista del debate de campaña para elegir a su sucesor.
Existe ya un extendido consenso de que la conducta del mandatario ha estado lejos de lo que se esperaría de un Presidente de la República que tiene que representar con sobriedad a todos los chilenos y garantizar la prescindencia en la campaña. Han sido demasiadas las intervenciones suyas que han exhibido una falta de templanza y una ausencia de generosidad para ceder espacios a la propia candidata de su coalición.
Conocidos los resultados, este inusual involucramiento en la campaña pondrá al Presidente Boric en el centro de cualquier juicio electoral y, naturalmente, en caso de una derrota será sindicado no sin razón como el principal responsable de ella. Y es que todo indica que más allá de la singularidad de los candidatos, con su obstinado afán de protagonismo el mandatario ha reforzado la idea de que es su propia gestión la que está siendo evaluada.
Además, será la hora para que el Socialismo Democrático haga un balance de los costos y beneficios que ha tenido para ellos el integrarse en la primera línea de la administración de este gobierno, asumiendo por largo tiempo las carteras de Interior y Hacienda. En otras palabras, responder una pregunta seguramente dolorosa: ¿valió la pena para el Socialismo Democrático su alianza con el PC y el Frente Amplio? Probablemente sí, en cargos en el Estado para sus militantes, pero al precio de quedarse sin proyecto, dañando quizá de forma definitiva una identidad renovada que les había costado décadas construir.
Será también el momento para que toda la izquierda —no solo el Partido Comunista— examine el impacto en su ideario que implicó el haber tenido que renunciar —forzadamente luego del rechazo a la propuesta constitucional de la Convención— a las banderas políticas y económicas que les daban sentido a sus conglomerados. El que una candidata presidencial del PC se presente hoy ante la ciudadanía alejada —por no decir en contradicción— de los ejes de la doctrina comunista es un síntoma de los cambios profundos que han ocurrido en el país en estos cuatro años de administración. Y es que, paradójicamente, ha sido un gobierno de izquierda el que ha contribuido a que las ideas de derecha crezcan como nunca en apoyo ciudadano.
Como legado, giro hacia la derecha
Distintas encuestas muestran que durante la administración de Gabriel Boric, se ha producido un marcado giro en apoyo ciudadano hacia las ideas centrales de la derecha. Ello quedará para la coalición de izquierda como el principal fracaso de la gestión de este gobierno, que tenía dentro de sus objetivos ser la “tumba del neoliberalismo”, refundar Carabineros, terminar con las AFP y aprobar una nueva Constitución que, entre otras cosas, fortaleciera el papel del Estado en la economía, eliminara el Senado, pusiera fin al estado de emergencia y estableciera un Estado Plurinacional.
Hoy la encuesta CEP, por ejemplo, da cuenta no solo de que la delincuencia sigue siendo la principal preocupación de los electores —algo que a inicios de este gobierno parecía no ser advertido por sus autoridades—, sino que el 42% de los entrevistados señalan que en la próxima elección sí podría votar por candidatos al Congreso de derecha, mientras que solo un 28% dice que sí podría hacerlo por la izquierda. Aunque no parece haberse formulado previamente esta pregunta, proporciones tan distintas y más inclinadas a la derecha resultan inéditas desde el retorno de la democracia. De paso, las instituciones más valoradas son la PDI y Carabineros, que desde luego no ha sido refundado. En la misma línea, en la encuesta Bicentenario-UC, frente a la pregunta de si la preocupación y responsabilidad sobre el propio bienestar recaen en el Estado o en la persona, solo un 28% responde que en el Estado, contra un 42% que considera que en la persona, en circunstancias que hace tan solo cuatro años los números estaban prácticamente invertidos. Como se ve, una derrota cultural demasiado profunda para pasar inadvertida.