Con un discurso de distanciamiento de los partidos, la lista Nueva Acción Universitaria (NAU) consiguió imponerse en la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), en un duro revés para el movimiento Solidaridad. En 2024, este había logrado conquistar por primera vez la dirigencia estudiantil, pero no supo, durante su año de gestión, capitalizar la visibilidad que significa, tanto al interior de la universidad como en la agenda pública, encabezar la federación.

Este año, en un hecho inédito, dos listas de izquierda pasaron a la segunda vuelta, relegando a un tercer y cuarto lugar al Movimiento Gremial y a la propia Solidaridad. Si bien Amanecer —conformada por representantes del Frente Amplio y de los partidos Comunista y Socialista, y del movimiento Surgencia, que naciera luego de la toma de la Casa Central en 2018— obtuvo la mayor votación en la primera vuelta, fue derrotada en el balotaje por el NAU, que logró casi un 56%.

Con una exitosa historia en la dirigencia estudiantil, el movimiento NAU consiguió —desde su conformación, en 2008— gran visibilidad al alero de dirigentes como Giorgio Jackson y Miguel Crispi, obteniendo sucesivos triunfos electorales. Su influencia —más allá de las aulas— permitió la confluencia de fuerzas que terminó con Gabriel Boric y el Frente Amplio en La Moneda, redibujando el panorama nacional de la izquierda y de la centroizquierda.

Con una participación que, en términos comparativos, es muy superior a la de otras casas de estudio —pero que en el balotaje solo llegó al 43%—, la FEUC se ha convertido en un referente en el contexto universitario, al ser un notable semillero de líderes políticos, contribuyendo a la formación de nuevos movimientos y partidos que han sido determinantes en la historia de Chile. De allí que no pase inadvertido este nuevo giro que el NAU ha querido dar a su dirigencia. Martina Matus, estudiante de College UC, reafirma, como presidenta electa, su autonomía respecto de las colectividades políticas y del Gobierno. “La frustración en la política estudiantil es que hoy, viendo a sus referentes, no trabajan con el estudiante”, ha dicho. También critica la tardía presentación por parte del Ejecutivo de la nueva política de financiamiento de la educación superior, FES, y la ausencia de una efectiva participación estudiantil en su diseño.

Junto con los temas propios de la universidad, la directiva entrante de la FEUC se propone volver a marcar pauta en el debate nacional e intentar “la politización de los espacios”. Qué pueda significar esto es una pregunta inquietante, si se considera cómo sus predecesores en el NAU aprovecharon el poder del movimiento estudiantil para imponer una cuestionable agenda que, abundante en consignas, ha derivado en el estancamiento de nuestro sistema educacional. Ello, aparte del papel que posteriormente jugaron en la radicalización de la izquierda y en la instalación de las políticas identitarias.

Si redefinir el perfil del NAU es desafiante para sus dirigentes, también lo es el hecho de asumir en un contexto de cambios en la dirección superior de la UC, encabezada por el rector Juan Carlos de la Llera, y de la instalación de un nuevo gobierno, lo que —sin duda— dará un nuevo giro a la agenda nacional y al involucramiento de los estudiantes en el debate público.