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Editorial
Domingo 28 de septiembre de 2025
Inconsistencias diplomáticas de Boric
Paradójicamente, en muchos aspectos, la conducta de Boric lejos de ayudar a la exmandataria en su campaña la perjudica. Actúa el Presidente como si no le importara que un comentario o decisión suya juegue en contra de las posibilidades de Bachelet.
Difícilmente podría haberse encontrado una peor carta que la figura de Petro para convertirlo en estos días en una de las principales caras de la candidatura de Bachelet.
Lo sucedido esta semana con el viaje del Presidente Boric a Nueva York, su discurso en la ONU, el anuncio de la candidatura de Bachelet para la Secretaría General de ese organismo, la participación del mandatario en otros foros de carácter partidista, fotografías con diversos personajes y una serie de declaraciones a la prensa dan cuenta de sus dificultades ya crónicas para “habitar el cargo”, las que en materia internacional son demasiado evidentes. Hay una permanente confusión de roles, en que se superponen en cuestión de horas o minutos —a veces incluso en un mismo discurso— su papel de jefe de Estado que defiende principios y actúa en el mejor interés de Chile, con la del político de izquierda que se da gustitos personales, busca sacar pequeñas ventajas en la política interna, apoya a líderes amigos, más allá de que ello sea o no coherente con los principios que dice defender o le convenga o no al país.
Así, por ejemplo, se observa una arbitrariedad en su conducta, que lo lleva a condenar las violaciones a los derechos humanos en algunos países y no en otros —el silencio e inacción frente a Cuba durante su período quedará como una muestra de que, por sobre los derechos humanos de los cubanos, privilegió su relación con los comunistas—, o a celebrar o criticar decisiones de los tribunales de justicia de otras naciones, dependiendo de si hay o no una afinidad política, entre otras situaciones. Incluso en sus discursos oficiales, el subconsciente parece traicionarle a veces y quedan plasmadas frases en que se destaca que lo importante es lo que él “quiera ver”.
Las inconsistencias, improvisaciones, falta de una estrategia que permita alinear una decisión con una política de Estado coherente para alcanzar esos objetivos y, en fin, la personalización de la política exterior, en que ciertas actuaciones se subordinan a intereses que no necesariamente coinciden con los del país, es quizá la mayor dificultad que enfrentará la anunciada candidatura de Bachelet. Paradójicamente, en muchos aspectos, la conducta de Boric lejos de ayudar a la exmandataria en su campaña la perjudica. Actúa el Presidente como si no le importara que un comentario o decisión suya juegue en contra de las posibilidades de Bachelet.
Y es que resulta incomprensible que frente al desafío que representa una postulación de estas características y considerando que será durante el próximo gobierno cuando se desarrollará buena parte de la campaña para conseguir los necesarios apoyos internacionales, el asunto no haya sido formalmente conversado ni con la oposición ni con los distintos candidatos presidenciales en carrera. Lograron, sin embargo, abrir una cuña entre algunos senadores de RN y la UDI —naturalmente se prestaron para ello— y las directivas de partidos y candidaturas presidenciales de ese sector. Además, apenas conocido el anuncio, desde la candidatura de Jara salieron a emplazar a Kast y a Matthei para que se pronunciaran y luego desplegaron sus críticas, clara evidencia del aprovechamiento electoral que buscan algunos. Luego, Jeannette Jara se referiría una y otra vez al tema y preguntada sobre la neutralidad de Bachelet en lo que resta de campaña, la exministra sostuvo que “debe tenerla si está en esta postulación, eso lo entiendo”, y agregó que “no me cabe duda de a quién apoya la presidenta, creo que a los chilenos tampoco”. Así las cosas, parte cuesta arriba la tarea de involucrar a la oposición en la candidatura de Bachelet.
Apoyos que no ayudan
La participación del Presidente Boric en el foro “En defensa de la democracia, lucha contra el extremismo” —al día siguiente de su discurso en la ONU—, es otra muestra de las inconsistencias a las que hacíamos referencia. Ahí no tuvo inconvenientes en reivindicar, entre otros, junto a Sánchez de España, Lula de Brasil y Petro de Colombia, “la idea de una izquierda moderna y democrática”. Respecto del líder español, que está involucrado en una larga lista de escándalos, lo elogió al extremo de sostener que “encabeza la dignidad de Europa”, palabras que ni siquiera sus compañeros de coalición en España se atreverían a repetir, y que si las oyen seguramente creerían que se dijeron en tono de broma.
Menos todavía podría considerarse que Petro representa una izquierda moderna, en circunstancias que venía de reivindicar en la Asamblea a Mao, sostener que “el socialismo de Stalin debió de volverse global y no estatal”, y considerar que es “mentira que el Tren de Aragua es terrorista, solo son delincuentes comunes en forma de banda, agrandados por la estúpida idea de bloquear a Venezuela y quedarse con su petróleo pesado y ya venenoso”. A ello se agregan la convocatoria de Petro a voluntarios para ir a combatir a Gaza y su reciente llamado en las calles de Nueva York a que los militares de EE.UU. “¡desobedezcan la orden de Trump!”, lo que le costó que se revoque su visa.
Pues bien, fue una alusión de Boric sobre Bachelet en ese foro la que permitió a Petro hacer la más comentada frase de apoyo a la exmandataria: “Bueno, vamos a invitar a Bachelet a bailar aquí en las Naciones Unidas. Ojalá en la Secretaría General, a donde nos inviten. Hay que entrar pisando fuerte”. Boric difícilmente podría haber encontrado una peor carta para convertirlo en estos días en una de las principales caras de la candidatura de Bachelet.