Hace tres décadas llegó a su fin uno de los conflictos más cruentos de los que desmembraron la antigua Yugoslavia entre 1991 y 2001. Y aunque la ciudad fue reconstruida y sus calles están llenas de vida, las marcas de los impactos de bala en las fachadas de los edificios del centro de Sarajevo son un recordatorio de esa guerra que hace apenas una generación dejó unos 100.000 muertos en Bosnia y Herzegovina y trajo los campos de concentración de regreso a Europa.
No es posible una lectura sencilla de las causas que llevaron a esta situación. Pero la mayoría coincide en una interpretación equivocada de la historia de los Balcanes, en el sentido de que el “choque de las civilizaciones” era inevitable en un lugar donde vivían juntos croatas católicos, serbios ortodoxos y bosnios musulmanes; en que nadie prestó mucha atención a tiempo a lo que ocurría acá entre la caída de la Unión Soviética y la Guerra del Golfo; la presencia de líderes excomunistas que se reconvirtieron en demagogos nacionalistas para no perder poder; y la creencia equivocada de que los europeos podían manejar por sí mismos su primer desafío de post Guerra Fría.
A pesar de toda esa complejidad, el conflicto pudo concluir cuando Estados Unidos se involucró en una mediación. Un diplomático llamado Richard Hoolbrooke asumió que su país era el único capaz de forzar a las partes a una solución, pero para hacerlo tenía que ser asertivo e incluso amenazante. Una campaña de bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte contra las posiciones de los serbobosnios en las montañas boscosas que rodean Sarajevo reseteó el panorama, tras el fracaso de los cascos azules de Naciones Unidas.
Luego de eso, Hoolbrooke literalmente encerró a los líderes de las facciones enfrentadas en una base aérea en Dayton hasta conseguir una solución. Tras duras negociaciones emergió un acuerdo para establecer un Estado único y multiétnico en Bosnia y Herzegovina, dividido en dos entidades autónomas: la Federación de Bosnia y Herzegovina y la República Srpska. También se agregaron mecanismos para el regreso de los refugiados, la celebración de elecciones, la elaboración de una nueva Constitución y la presencia de una fuerza militar internacional para supervisar la aplicación de la paz.
Por supuesto que hubo críticos y las tensiones entre comunidades no han desaparecido del todo, pero hoy se manejan dentro de la política y las hostilidades se detuvieron, lo más urgente entonces.
Es cierto que cada guerra tiene sus propias causas y dinámicas, sin embargo, 30 años después Europa enfrenta otro conflicto armado, que se libra a apenas 1.000 kilómetros de aquí, debido a la agresión ilegal de Rusia contra Ucrania. Cuán necesarias y lejanas parecen entonces soluciones diplomáticas creativas, incluso sin ser perfectas, como la que posibilitó poner fin a la guerra en Bosnia-Herzegovina. Pareciera más bien que muchos países hoy se rearman a la espera de que asesinen al próximo archiduque Francisco Fernando, con las consecuencias que sabemos.
Juan Pablo Toro Director ejecutivo de AthenaLab
Pareciera más bien que muchos países hoy se rearman a la espera de que asesinen al próximo archiduque Francisco Fernando, con las consecuencias que sabemos.