En una democracia que funciona bien, tanto el gobierno como la oposición tienen roles y responsabilidades. Se puede inferir el grado de cultura cívica de un país por la dinámica entre el gobierno de turno y la oposición.
Es tan importante el deber y la incumbencia de una oposición responsable, que en Gran Bretaña existe un gabinete en la sombra, mediante el cual la oposición tiene no solo el derecho, sino el deber, de pronunciarse en cada una de las materias de Estado. El cargo de líder de la oposición es remunerado y su misión es, precisamente, opinar y permitir contrastar. Así se logra un equilibrado manejo de los asuntos públicos y se evitan los excesos, porque el país se entera de cómo habría actuado la oposición si estuviera a cargo. Y no hay derrotados, pues los que pierden la elección tienen que seguir expresando las medidas que habrían adoptado en cada situación, y así argumentar para aspirar a ser elegidos en el futuro.
Aunque tenemos sistemas de gobierno muy distintos —acá presidencial y allá monarquía parlamentaria—, no deja de ser interesante el valor que se le da al opositor en democracias estables para conocer medidas alternativas, analizadas y serias. Eso conduce a apreciar lo razonable. Se evita la imposición absoluta de mayorías circunstanciales, sean de gobierno o de quienes se oponen a él.
En Chile la oposición tiene un rol institucional muy disminuido, lo que lleva a que las elecciones sean verdaderas batallas de todo o nada, en vez de alternancias del poder. Los ganadores se sienten dueños del país, y la oposición muchas veces se dedica solo a boicotear al gobierno. Surgen así líderes contestatarios, muchas veces irresponsables y populistas, tanto en el gobierno como en el bando contrario.
Una oposición leal con el país tiene el rol de criticar, fiscalizar, oponerse a ciertas medidas que no comparte, pero siempre, sin excepción, respetando las reglas democráticas. No debe obstruir, sino reconocer el derecho de sus adversarios a gobernar tras ser elegidos democráticamente. Hay una gran diferencia entre la oposición destructiva que enfrentó el Presidente Piñera, y la oposición política que le ha tocado al Presidente Boric. Chile ha vivido momentos demasiado duros, que han significado menor crecimiento y menos empleos, mayor polarización y una delincuencia descontrolada. Necesitamos una estabilidad que solo se logra con moderación y cooperación. La forma de recuperar al país es valorar la cultura cívica que implica desempeñar los cargos de gobierno con preparación, solvencia y austeridad; y ejercer una oposición crítica, pero con respeto a las instituciones y a las autoridades elegidas por el país, honrando así la democracia misma