El riesgo país de Argentina se elevó sobre 1.400 puntos base la semana pasada, marca solo superada por Venezuela. Allí se resume la crítica situación que enfrenta el gobierno de Milei antes de cumplir dos años. Para mantener un dólar artificialmente bajo, y evitar que se dispare la inflación, el Banco Central vendió en tres días 1.100 millones de dólares que, estrictamente, son dólares prestados por el FMI este año con la exigencia de acumular reservas y cumplir con los próximos vencimientos de deuda.
La mayoría de los economistas argentinos más calificados sostiene que el plan económico de Milei, sustentado en la idea de alcanzar el equilibrio fiscal a toda costa, ha fracasado, y que el cuadro se agrava por los condicionamientos electorales del oficialismo. Milei le pedirá a Donald Trump un préstamo del Tesoro de EE.UU. para aliviar la situación con vistas al 26 de octubre, día de la elección parlamentaria.
La deuda total de Argentina se calcula en 400 mil millones de dólares, y sigue creciendo. En ello, como en las calamidades sociales asociadas y la corrupción estructural, tienen responsabilidad casi todos los sectores. Lo que Milei agregó fue una variante de fundamentalismo de mercado, que se conecta además con una visión rudimentaria de la sociedad y la creencia ciega de encarnar el bien.
Luego del desastre dejado por el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner (211% de inflación en el último año), la mayoría de los electores apostó en la segunda vuelta de 2023 por un outsider que nunca había dirigido ninguna entidad pública ni privada, que se presentaba a sí mismo como el redentor que iba a derrotar a “la casta corrupta” y a destruir el Estado desde dentro.
El gobierno de Milei consiguió reducir la inflación a 118% en 2024. En los últimos 12 meses, llega a 33,6%. La mayoría de la población valoró la reducción de la inflación y creyó que valía la pena aceptar las dificultades porque luego llegarían los beneficios. Tal esperanza se vino estrepitosamente al suelo.
La motosierra no solo eliminó grasa, sino también nervios y músculos. Se redujo drásticamente el presupuesto de los programas sociales. El Ministerio de Capital Humano admitió hace poco que no hubo una auditoría previa a la decisión de frenar el envío de alimentos a los comedores comunitarios. Tampoco la hubo para decidir la suspensión de las pensiones por discapacidad de miles de personas.
La economía argentina se encuentra en recesión. Han quebrado muchas pequeñas empresas. Se redujo el valor real de los salarios y el consumo está deprimido. Quedó demostrado que un incendio devastador, como la inflación, puede apagarse con una inundación también devastadora.
Milei se demoró poco en llegar a las alturas, y se está demorando menos en descender. Su estilo procazmente intolerante y su creencia de que aquellos que piensan distinto tienen “parásitos mentales” demuestran que de liberal no tiene nada.
Insultado por Milei, el columnista Jorge Fernández Díaz, de La Nación, publicó en mayo un artículo titulado “Bienvenidos al populismo de derecha”.
Allí dijo: “Que por primera vez un presidente de la Nación califique como ‘imbécil' a un articulista porque escribe cosas supuestamente ‘estúpidas' y ‘pelotudeces' (sic) no es menos escandaloso que la ocurrencia de que esta clase de injurias ‘democratizan al periodismo': por acción, omisión, militancia solapada, seguidismo oportunista o ignorancia directa, parece que para ciertos colegas a Javier Milei lo asiste incluso el derecho al insulto personal. El episodio, no obstante, va más allá de este matonismo mediático que algunos consienten o naturalizan, y se interna directamente en un asunto ideológico de calado profundo: al libertario le produce urticaria que se lo caracterice como un ‘populista de derecha'. Pero a su vez le gusta ufanarse —lo hizo ante la agencia Bloomberg— de que toda su acción política se basa en los lineamientos de Murray Rothbard, pensador marginal y ultramontano cuyo manifiesto crucial se titula ‘Populismo de derecha: una estrategia para el paleolibertarismo'”.
Surge una gran interrogante sobre el futuro de un gobierno declinante, sin mayoría en el Congreso y que ya perdió el favor ciudadano, en lo que han influido los casos de corrupción cuya pista conduce directamente a la Casa Rosada.
En el mundo de la derecha chilena hay sectores que simpatizan con la experiencia anarco-capitalista de Milei, en la que es inocultable la inclinación autoritaria. Incluso, algunos consideran que la motosierra es un ejemplo que debería inspirar al próximo gobierno. Sería lamentable que un nuevo extravío fructificara en Chile. Lo que menos necesitamos son remedios peores que las enfermedades.
Sergio Muñoz Riveros