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Editorial
Lunes 22 de septiembre de 2025
Tensión en la asamblea de la ONU
Cruzada por tensiones geopolíticas, rivalidades entre las potencias mundiales y emergencias humanitarias, la Asamblea General de Naciones Unidas será el epicentro de la política internacional esta semana, al recibir a los líderes de los Estados miembros en una rutina que se repite cada septiembre, en Nueva York. Este año, el regreso de Donald Trump crea expectación.
Son 80 años desde la creación de la ONU, y muchos se alarman por lo que dicen es la creciente irrelevancia en la que ha caído la organización, incapaz de resolver los grandes problemas de la humanidad y de crear las condiciones para el mantenimiento de la paz y la seguridad mundiales. Quienes ponen tan altas expectativas no consideran que, a pesar de todo, en estas ocho décadas el organismo, que reúne a 193 países, ha logrado al menos evitar una nueva guerra mundial, que fue el principal propósito de sus fundadores, y ser un foro multilateral en el que todos los miembros pueden hacer oír su voz, si bien algunos de ellos hablan más fuerte y son escuchados con más atención que otros. Sin embargo, hay razonables críticas que la ONU no puede evadir, como su enorme y costosa burocracia, su alto presupuesto financiado por los Estados miembros, políticas fuertemente ideologizadas y su incapacidad de solucionar conflictos cuando alguna de las grandes potencias está involucrada. Con todo, se reconoce que varias de sus agencias realizan labores humanitarias irreemplazables, llevando alivio a las poblaciones más vulnerables.
El martes se espera que Trump pronuncie su discurso ante la asamblea. Su conocida displicencia hacia la ONU y las organizaciones multilaterales en general hace prever que no será un mensaje cálido. Ya en su primer mandato, mantuvo discrepancias de fondo con el organismo, pero en esta nueva administración se han profundizado. Eso lo llevó a definir desde el primer día que Washington evaluaría su participación en algunas de las principales agencias, y decidió muy rápidamente que se saldría de la OMS (salud), la Unesco (cultura y educación, de la cual Estados Unidos se había retirado en 2018, pero se reintegró durante el mandato de Joe Biden) y de varias otras, porque “se han desviado de su misión y actúan en contra de los intereses de EE.UU., mientras atacan a nuestros aliados y propagan el antisemitismo”. Sobre la OMS, además de criticar su manejo de la pandemia, reclama que su país aporta mucho más que China, que tiene 300 por ciento más de población. Y en el caso de la Unesco, porque trabaja con “una agenda ideológica globalista para el desarrollo que está en conflicto con la política exterior” estadounidense, defiende temas divisivos “woke” y “aviva la retórica anti-Israel”.
El Consejo de Derechos Humanos también fue motivo de escrutinio, y Trump decidió volver a salirse porque “protege a los abusadores”. Esta acusación tiene base real: varias veces el Consejo ha estado formado por representantes de países reconocidamente violadores de derechos humanos, como Cuba. Otra agencia apuntada por Trump es la UNRWA, que ayuda a los refugiados palestinos, porque, dice la Casa Blanca, “está infiltrada por grupos que EE.UU. definió como terroristas” y que actuaron en la masacre de israelíes en 2023. Ninguna de estas tendrá representantes norteamericanos ni recibirá fondos de ese país. Este es un tema sensible ante la crisis financiera que vive la organización. Estados Unidos es el principal contribuyente de Naciones Unidas, aportando el 22 por ciento de su presupuesto regular y el 26 por ciento del correspondiente a misiones de paz. China, por su parte, se ha convertido, desde 2020, en el segundo aportante, con el 20 por ciento en el primer ítem y 23 por ciento en el segundo.
El trato de Estados Unidos hacia la ONU podría ser visto por Beijing como la oportunidad para intentar desplazarlo de su lugar de preeminencia y asumir como la potencia que puede garantizar la estabilidad y paz mundiales, como lo expresó Xi Jinping en la cumbre de Tianjing, hace unas semanas, donde se reunió con líderes de otros países que cuestionan la hegemonía norteamericana y quisieran cambiar el orden global, como India y Rusia. Ya hacen esos esfuerzos en el BRICS, creando organizaciones paralelas y tratando de reemplazar el dólar por sus divisas. Sin embargo, mal podría Beijing, con su modelo autoritario, ofrecer una mejor alternativa al orden mundial existente.
Palestina y Ucrania en el centro del debate
Una semana después de que Israel lanzara su arremetida final contra Gaza, y que una comisión independiente de juristas entregara a la ONU un informe en el que cataloga como “genocidio” lo que ocurre en el territorio palestino, un grupo de líderes mundiales se abocará a ese tema. La cita, convocada por Francia y Arabia Saudita en el contexto de la asamblea, se llevará a cabo con el trasfondo de una declaración recién aprobada en la que se condena el ataque de Hamas de octubre de 2023, pero también el “asedio y la hambruna provocada en Gaza” y se insiste en la solución de dos Estados. En la misma se plantea que Hamas entregue las armas para que la Autoridad Palestina gobierne tanto Cisjordania como Gaza y eventualmente se despliegue una misión de paz.
Se supone que es el Consejo de Seguridad el que debe resolver estos conflictos, pero tanto en el tema de Gaza como en la guerra de Ucrania ha sido imposible avanzar por los respectivos vetos de EE.UU. y de Rusia. No se espera que Vladimir Putin aparezca en Nueva York; no acostumbra a hacerlo y mandará a su canciller, Sergei Lavrov. Volodimir Zelenski sí estará. Y el viernes será el turno de Benjamin Netanyahu. Mahmoud Abbas, el presidente palestino, no podrá escucharlo en persona —Washington anunció que le revocaría la visa—, pero enviará un video con su mensaje.