A pesar de ser un virtuoso, para Mario Vargas Llosa escribir era un oficio. Lo ejercía encerrado en su escritorio seis horas diarias de lunes a sábado. Reconocía que la parte más difícil del proceso era dar con la idea. Las dudas sobre el potencial de toda alternativa hacían el recorrido creativo tediosamente humano. Solo una vez convencido, la historia tomaba vida y salía a competir en el duro mercado literario. Novelas, obras de teatro, ensayos, crónicas, cuentos y artículos forman la extraordinaria e innovadora producción del Nobel peruano.
Hoy la invitación es a reflexionar sobre cómo la inteligencia artificial (IA) está afectando la generación de ideas. Le anticipo que, a pesar del poderío de las máquinas, hay oportunidades para los humanos, pero partamos por las amenazas.
En la actualidad, existen decenas de recursos tecnológicos que permiten a cualquiera no solo parecer creativo, sino que hacerse pasar por “experto”, aun cuando no se sea más que un copión de un avanzado software. Así, un riesgo de la revolución que vivimos es el boom de los chantas.
Esta posibilidad demanda la atención de todo profesional serio que se gane la vida “produciendo” ideas. Dejarla pasar afectaría los equilibrios del mercado laboral en que se desempeña.
Lo ilustro de la siguiente forma. Mucha de la información que consume la gente puede ser generada por máquinas. Piense, por ejemplo, en un informe firmado por un médico, pero copiado desde un asistente de IA que recomienda un determinado tratamiento. Suponga que este no funciona o, peor aún, le causa daño. ¿Cómo respondería si, ante su queja, el profesional atribuye la (ir)responsabilidad al software que lo “asesora”? Esto, obvio, generaría desconfianza sobre otros médicos.
Por lo tanto, en el futuro cercano, médicos, abogados, ingenieros, economistas, periodistas, etc., deberán buscar nuevas estrategias para demostrar lo que valen. Para ser más precisos, tendrán que competir más duro y convencer que sus ideas vienen con valor agregado por sobre las del chat de turno (¿está el sistema educativo formando para eso?). Ah, y de paso, así se saca a los charlatanes del rubro.
Y todos podemos contribuir a la causa. Dado que al contratar el servicio de un profesional nos pueden pasar circuito por liebre, mejor ser quisquillosos respecto de la idoneidad, calidad y responsabilidades de la persona a cargo. Esto implica exigir nuevos estándares de transparencia que permitan alinear incentivos y fomentar la competencia.
¿Qué tiene que ver Vargas Llosa en todo esto? Mucho. Su método de trabajo estaba orientado a producir nuevas ideas en un ambiente ultracompetitivo, justo el desafío que enfrenta el trabajador que busca sobrevivir al cambio tecnológico. Y lo notable es que su enfoque, si bien 100% humano, funciona perfecto en los nuevos tiempos: talento + disciplina + esfuerzo + IA = innovación. Esa es la fórmula óptima para convivir, en vez de ser batido, por las máquinas.