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Editorial
Sábado 20 de septiembre de 2025
Nvidia, los chips y la guerra tecnológica
Estados Unidos y China enfrentan decisiones clave en la carrera por el desarrollo de la IA.
La decisión de la autoridad de libre competencia de China de declarar que el gigante tecnológico estadounidense Nvidia violó su ley de libre competencia ha abierto un nuevo flanco entre ambos países. Aunque esta decisión pueda verse en su propio mérito, a partir de un aparente incumplimiento de ciertas condiciones que puso la autoridad a la adquisición de una empresa tecnológica israelí por parte de Nvidia —cuyos detalles no se conocen—, es inevitable relacionarla con las negociaciones en curso entre las dos potencias —que esta semana tuvieron un nuevo capítulo en Madrid— y con la disputa global que protagonizan. Más aún considerando que otro ente estatal, la Administración del Ciberespacio, ordenó a las principales empresas chinas no adquirir chips de inteligencia artificial de Nvidia y cancelar los pedidos en curso, según reveló el Financial Times.
La carrera por el desarrollo tecnológico está en el centro de la disputa entre China y Estados Unidos, y la producción de microchips y procesadores de alta sofisticación —un insumo clave para el desarrollo de numerosas industrias; entre ellas, la inteligencia artificial— es una arista clave. La ventaja en ello la tiene Nvidia, que produce en Estados Unidos los procesadores más sofisticados.
El gobierno de Donald Trump está teniendo un debate sobre si restringir o no las exportaciones de los productos más avanzados a China. La posición más dura es que esta restricción impedirá —o por lo menos retrasará— el desarrollo de algunas industrias tecnológicas chinas. Pero otro sector del gobierno intuye más bien que restricciones de este tipo terminarán potenciando la industria de microprocesadores en la potencia oriental.
El debate en Beijing no es muy diferente. Mientras un grupo sostiene que es mejor negociar con EE.UU. para acceder a estos insumos críticos, otros temen que ello perpetuará la dependencia, por lo que es necesario desarrollar una industria propia. En este sentido, el gobierno ha apuntado a que las empresas chinas prefieran los procesadores locales.
Por eso, la declaración de la autoridad de libre competencia va más allá del mérito del caso y también más allá de las negociaciones sobre un acuerdo comercial entre ambos países. Es la pertinencia o no de desarrollar esta industria lo que desvela a las autoridades a ambos lados del Pacífico. Así, podría darse la paradoja de que para Trump la liberación de las restricciones a las exportaciones fuese la opción económica y estratégicamente preferida, mientras que para Xi Jinping las restricciones por parte de EE.UU., o un mayor costo de las importaciones tecnológicas, terminen siendo la fórmula predilecta.