Es improbable que el debate del miércoles cambie mucho las preferencias, pero, como en todo primer round, este permite atisbar en algo cómo se vendrá lo que resta de combate y los contendores se anotan puntos. Desde luego, el foro no despertó un interés inusitado. En directo, había más televisores encendidos en dos telenovelas de canales de la competencia que en los ocho contendores presidenciales. La mayor parte de los televidentes prefirió no alterar esa noche su rutina de entretención privada para poner atención en la política, aun sabiendo que el devenir de los problemas que les aquejan —delincuencia, migración, crecimiento, empleo, salud, educación— depende de los aciertos y los errores con que los aborde la política. Tal vez el candidato que mejor entienda esta paradoja de alta preocupación por los problemas propios de la política y de desinterés en los debates partidistas será quien logre llegar a ese votante obligado, aún indeciso o de preferencias volátiles, que será quien decida la contienda.
Por cierto, el rating en directo no es todo, y los comandos se encargarán de multiplicar en las redes los momentos más favorables a su candidato, pero ninguno de esos cortos episodios que caben en TikTok, salvo la inusitada agresión de Parisi a Matthei, vaya a captar mucho la atención de aquellos que no quisieron sintonizar el debate.
El foro no definirá la elección, pero puede incidir en dos cosas: primero, en producir pequeños cambios en las próximas encuestas que puedan alterar las predicciones y expectativas ciudadanas respecto de los candidatos de derecha, lo que puede resultar decisivo. En seguida, porque mostró debilidades y fortalezas de los candidatos para futuros debates que, más próximos a la elección, sí podrían tener una incidencia más decisiva en las preferencias que se expresen en las urnas.
Veamos lo primero. Aunque Jara haya reaccionado mal a los muchos ataques, perdiendo la empatía ciudadana que la caracterizó en las primarias, es muy improbable que pierda ese 25% o 30% de votos duros de izquierda, que le asegura pasar a segunda vuelta. Los actores secundarios del rotativo, Artés, Parisi y MEO, mostraron que habían perdido enteramente la frescura que alguna vez los hizo merecedores de curiosidad e interés. Ninguno de los tres puede disputarle el cetro a Jara, menos si MEO repite la arrogancia y Parisi la beligerancia que mostraron el miércoles.
La primera vuelta no es entonces acerca de cuál candidato de izquierda pase a la segunda, sino quién de derecha lo hará y con qué aura llegarán los dos finalistas. No me parece que Matthei haya sido una clara ganadora del debate. Es cierto que reaccionó bien a la grosería de Parisi y que se posesionó de la estrategia propositiva y esperanzadora que ahora quiere encarnar, pero su optimismo y alegría se manifestaron más en el uso reiterado de adjetivos (un país maravilloso, un equipo increíble) que en propuestas que pudieran contagiar esos sentimientos positivos. Lo que sí me parece puede modificar el debate es la correlación de fuerzas entre Kast y Kaiser. Si no me equivoco, el lenguaje directo y la asertividad de este último pueden haber interpretado mejor a los votantes de derecha dura, que alguna vez adhirieron a él, pero que lo fueron abandonando cuando ya no tuvo la impronta de ganador. Si Kaiser sube en las encuestas en desmedro de Kast, Evelyn Matthei puede acortar su distancia con este. La pelea, entonces, puede volver a aparecer abierta en la derecha. Eso haría que los adherentes a ese sector que no son incondicionales de ninguno de sus tres candidatos puedan escoger libremente al candidato de su preferencia, sin temor de perder su voto en manos de quien no tiene chances reales.
Mayne-Nicholls merece mención especial. Su tranquilidad, falta de ansiedad, cortesía y cercanía pueden hacer una diferencia. Si marca algo en las encuestas después de este debate es probable que los demás candidatos traten de imitar esas características suyas que fueron premiadas. Difícilmente esos atributos le alcancen a Mayne-Nicholls para posicionarse en la competencia, pero, si ocurre lo que estimo probable, tendremos que agradecerle que atenúe el estilo beligerante que torpemente se ha adueñado del debate político.
Habrá que esperar lo que digan las encuestas, pero es posible que el debate, aunque no haya despertado en el grueso público el interés que tuvo en el mundo politizado, sí logre, como todo primer round, incidir en cómo termine la disputa.