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Editorial
Jueves 11 de septiembre de 2025
La encrucijada argentina
Milei deberá elegir entre moderar su estilo agresivo y rupturista o doblar la apuesta.
Luego de los resultados de la elección legislativa de la provincia de Buenos Aires, en la que el peronismo se impuso al oficialismo por una diferencia de 13 puntos (47 sobre 34) —bastante más amplia de la que se esperaba por ser un tradicional reducto peronista—, el país trasandino enfrenta una encrucijada crucial para su futuro.
En efecto, el éxito del radical cambio de rumbo que Javier Milei propuso al pueblo argentino depende de su capacidad de introducir las reformas que permitan implementar su plan de largo plazo. Por más que disponga de órdenes ejecutivas y vetos para intentarlo, eso requiere, finalmente, de un Congreso que las apruebe. Esas reformas incluyen la del sistema de pensiones —el actual agobia al fisco argentino, complicando el éxito de cualquier plan de mediano plazo—, además de la tributaria y la laboral, necesarias para dotar a la economía del dinamismo que vuelva a poner a la Argentina en el sitial que antes ocupó en el concierto internacional de naciones.
Así, el desafío para el gobierno es que en las elecciones parlamentarias del próximo 26 de octubre —en ellas se renueva la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio del Senado— consiga suficientes escaños para que, en conjunto con algunos partidos pequeños con los que está en condiciones de negociar, tenga una mayoría de votos para aprobar esas reformas. Eso abriría la posibilidad de una exitosa reelección de Milei en las presidenciales de octubre de 2027 y, junto con ello, la continuidad del camino propuesto. A su vez, es un requisito para que los mercados financieros internacionales adquieran la confianza y apoyen los requerimientos de fondos y renovación de créditos que precisa el gobierno hacia adelante, además de suscribir las inversiones privadas que los múltiples proyectos energético-mineros en carpeta necesitan.
Por el contrario, si el 26 de octubre el peronismo vuelve a triunfar de manera categórica, Axel Kicillof, actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, se consolidaría como líder de la oposición, con gran probabilidad de transformarse en el nuevo presidente en los comicios del año siguiente. La negativa reacción que los mercados tuvieron a los resultados del pasado domingo indica que una vuelta del peronismo es percibida por estos como un peligroso retroceso en la modernización económico-social que Milei intenta introducir. Eso probablemente la sepultaría, y devolvería a la Argentina al pantano de mediocridad en el que se ha visto sumida en el último tiempo.
El contraste entre ambos proyectos políticos ilustra de manera elocuente la dificultad que enfrentan los países cuando no logran consensuar objetivos y prioridades, y la necesidad que tienen de convenir la aproximación técnica para lograrlos. En este caso, la distancia que separa al discurso de Milei de la propuesta peronista releva el tamaño de la encrucijada que enfrenta el pueblo argentino en las próximas parlamentarias.
Asimismo, y a pesar de que Milei triunfó ofreciendo una “motosierra” para modificar el rumbo argentino, el tiempo requerido para que ello surta efecto entra en conflicto con la frecuencia con que las democracias establecen sus elecciones. Eso —sumado al impacto de denuncias sobre corrupción en un gobierno que prometió limpiar el Estado— ha permitido que hayan cobrado fuerza tanto la impaciencia ciudadana como la resistencia de los grupos que pierden privilegios, conspirando contra el camino escogido antes de que este entregue sus frutos.
La crisis en la que había caído Argentina durante el período kirchnerista permitió a Milei triunfar con un lenguaje inusualmente agresivo y rupturista respecto de ese pasado. Ahora deberá elegir moderarlo o doblar la apuesta. A los argentinos, por su parte, les corresponderá meditar cuidadosamente el destino al que quieran dirigirse.