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Editorial
Miércoles 13 de agosto de 2025
El testimonio de Frei
El exmandatario desafía a una dirigencia que parece haber perdido el rumbo.
El expresidente Eduardo Frei expresó hace algunos días su categórico rechazó a la decisión del Partido Demócrata Cristiano de apoyar a Jeannette Jara como candidata a la Primera Magistratura. “Con profunda consternación veo lo que ha pasado con mi partido, que tomó una decisión que traiciona los principios que lo formaron y renuncia al espíritu del humanismo cristiano, solo con fines electorales”, afirmó el exmandatario durante un seminario económico.
De esa forma, Frei no hizo más que concordar con lo que distintos expresidentes de la colectividad habían advertido incluso antes de la Junta Nacional que entregó su respaldo a Jara. Su postura es, además, coincidente con lo expresado por la que fuera la Internacional Demócrata Cristiana (hoy internacional de partidos de centro), según la cual, “la resolución representa una contradicción profunda con un proyecto político que alguna vez fue símbolo de transformación con dignidad y libertad”. A su vez, la Organización Demócrata Cristiana de América (OCDA) fue un paso más allá y optó por suspender temporalmente la participación del partido chileno en esa instancia.
Eduardo Frei, como Presidente de la República, fue exponente de una visión política moderada e impulsó un programa modernizador, del cual fueron ejemplo iniciativas como la apertura a la inversión privada en el sector sanitario y en los puertos, o la reforma procesal penal, todas las cuales fueron posibles gracias a la construcción de acuerdos con la oposición.
Los epítetos que ha debido recibir de figuras tanto ahora como antes, al oponerse al proyecto constitucional de la Convención, no se condicen ni con la dignidad de la jerarquía de expresidente ni con su aporte al país. Más bien dan cuenta del nivel de descomposición a que ha llegado el partido en que milita.
Actor protagónico de la transición democrática y uno de los ejes de la antigua Concertación, hoy el PDC no solo está disminuido electoralmente, batallando incluso por asegurar su existencia legal, sino que sus actuaciones parecen las de una colectividad dominada o por sectores de la izquierda radical, que poco se diferencian del PC en sus planteamientos (y por eso les resulta natural apoyar a su candidata), o por un grupo de dirigentes dispuestos a transar principios para aferrarse a sus escaños parlamentarios.
Frente a ese panorama, las palabras del expresidente Frei son una expresión de dignidad en un partido que ha comprometido severamente sus valores. Y su decisión de no renunciar a su militancia —como sí lo ha hecho una gran cantidad de exdirigentes, intelectuales y parlamentarios— constituye no solo un testimonio, sino también una señal de desafío frente a ese estado de cosas.
Es posible que el acuerdo con el Partido Comunista y el apoyo a su candidata permitan, al estar en las nóminas parlamentarias del oficialismo, salvar la existencia de la DC, aunque la difícil negociación de estos días pone incluso eso en duda. En cualquier caso, se trataría de una victoria pírrica, la de una supervivencia electoral conseguida a partir del vaciamiento de la propia identidad. Contra eso ha levantado su voz Frei.