No es exagerado afirmar que la elección de este año representa una oportunidad histórica para la derecha: nunca antes el sector se había encontrado tan bien aspectado de cara a una presidencial. El Gobierno enfrenta dificultades serias (hasta el punto de sumirse en la irrelevancia); la candidata oficialista no ha sido capaz de articular un discurso coherente (hasta el punto de desconocer… su propio programa); y, por último, los temas que dominan la agenda le resultan particularmente cómodos. Hasta acá, la derecha tendría motivos de sobra para sonreír, y esperar.
Sin embargo, las cosas no suelen ser tan fáciles. No solo porque, de seguro, la campaña esconderá sorpresas, sino sobre todo porque las derechas no parecen tomarse en serio la magnitud del desafío. En efecto, aquello que los principales referentes de la oposición aún no calibran es lo siguiente: gobernar Chile es hoy muy (muy) difícil. La confianza de la ciudadanía es esquiva, el sistema político seguirá fragmentado, y el Estado es un instrumento poco eficaz: allí hay tres motivos por los cuales todo gobierno está condenado a decepcionar. Si a eso le sumamos las múltiples tensiones que atraviesan al país, el panorama se vuelve delicado. Para decirlo de otro modo, los esfuerzos de las derechas no deberían estar orientados solo al día de las elecciones, sino también al 12 de marzo: ese es el día clave.
En ese sentido, ninguna de las versiones de la derecha ha dado el ancho. Partamos por Chile Vamos. Su candidata lideró los sondeos durante largos meses; y, sin embargo, la superioridad no fue capitalizada. La centroderecha se conformó, pensó que bastaba con liderar las encuestas, y que el resto vendría por añadidura. Pero no hubo auténtica construcción de proyecto, ni diseño de campaña digno de ese nombre, ni temas puestos en agenda. Por poner un par de ejemplos, ¿ha realizado Chile Vamos una reflexión por el modo en que (retiros previsionales mediante) se abandonó al presidente Piñera? Más profundamente, ¿por qué la derecha tuvo tantas dificultades para procesar el 18 de octubre de 2019? ¿Qué lecciones se han sacado de esa experiencia? La centroderecha desperdició tiempo valioso, y ahora solo le preocupa la sobrevivencia.
De hecho, la incorporación de Juan Sutil y Juan Antonio Coloma al comando de Matthei es una intervención cuya única finalidad es evitar el naufragio: no hay ánimo ni recursos políticos para hacer mucho más. La situación es trágica para el sector, y para el pospiñerismo: solo parecen estar en condiciones de disputar un tercer lugar. Y, dado que no hay proyecto efectivo, cada nueva encuesta es vivida como un martirio. En ausencia de discurso, el número de la encuesta se convierte en el único fetiche al que aferrarse.
El mundo republicano, en tanto, tiene sus propias dificultades. Es innegable que ha construido una estrategia que está rindiendo: hay un diseño y un libreto, al que se ciñen con disciplina. Por momentos, y dado el desorden imperante, José Antonio Kast parece estar jugando solo. Sin embargo, los desafíos para él son también colosales. Por de pronto, la decisión de competir en todos los frentes con Chile Vamos es perfectamente legítima, siempre y cuando haya plena conciencia de los riesgos involucrados. ¿Cuáles son esos riesgos? Pues bien, que tanto insistir en la competencia horade las condiciones de posibilidad de una futura colaboración. En rigor, el PR no podrá gobernar solo. Para decirlo en simple, un gobierno solitario de la tienda republicana sería un total y completo desastre. Si esto es plausible, el partido de Kast debería estar construyendo desde ya algo que permita luego el surgimiento de una cultura de coalición. La triste experiencia de la administración actual es decidora: hay varios grupos en su interior, pero la coalición nunca cuajó, y eso impidió tener sustento político.
El fenómeno puede explicarse de otra manera. Es evidente que Kast toca teclas que le permiten conectar con amplias porciones de la ciudadanía, y eso es una virtud. Sin embargo, ese rasgo puede bastar para triunfar, pero no para gobernar. Si el mundo republicano desea hacer un gobierno que no defraude rápidamente las expectativas, necesitará contar con los cuadros técnicos de Chile Vamos, además de sus votos en el Parlamento), para darle viabilidad al gobierno. Y es allí donde, a veces, impera la sensación de que el mundo de Kast no está interesado en cultivar esa relación. Están tan empeñados en ganar la hegemonía, que pierden de vista el paso que viene. Paradójicamente, ser hegemónicos les servirá de poco si no logran ambos objetivos. Es verdad que este año Kast ha sido claro en señalar que su adversario está en la izquierda, pero también es cierto que nada de eso es suficiente para olvidar años de maltrato a la centroderecha.
Es sabido que Chile atraviesa crisis muy profundas, de distinto tipo, y será imposible enfrentarlas desde una esquina o desde culturas políticas fragmentadas. Si se quiere, el desafío de las derechas no tiene que ver tanto con ellas como con el país: se trata de ofrecerle a Chile un cuadro de gobernabilidad para el próximo ciclo. Como puede verse, la responsabilidad histórica es enorme. Está por verse si sus dirigentes estarán a la altura.