¿Hay algo llamativo en el ingreso de Juan Sutil y Juan Antonio Coloma al comando de Evelyn Matthei?
Desde luego. Y lo primero que llama la atención es que se trata de un esfuerzo por levantar o corregir una campaña hasta ahora desvaída, imprecisa, errática. Un remedio que se juzga urgente, como es obvio, solo se requiere cuando la enfermedad que con él se trata de curar o aminorar requiere una cura igualmente pronta. De esa forma la entrada de esas personas es una manera elocuente y muda de decir que las cosas no están nada bien, que el rendimiento (no la candidatura es de esperar) amenaza con quedar exangüe y casi sin conducta.
Pero lo más llamativo es el ingreso de Juan Sutil. Y lo es porque él, hasta donde se sabe, no es un político profesional, sino un empresario y un dirigente gremial ¿Qué puede explicar que una política de profesión como Matthei, rodeada de decenas si no centenas de otras personas del mismo oficio, llame en su auxilio a un empresario? Se dirá que son las capacidades de gestión que poseería Sutil lo que explica su presencia. Pero es obvio que la gestión de una campaña política se parece poco a un plan de negocios o a una estrategia de expansión o a una campaña de ventas de arándanos o de vinos. Es verdad que los publicistas y expertos en comunicación política cuando hablan de un candidato suelen emplear la palabra “producto” y para referirse a lograr adhesiones suelen decir “vender”; pero eso es resultado de la pobreza lingüística o de analogías que disfrazan la falta de comprensión del problema, antes que descripciones fieles del asunto que se trata de resolver. Hacer dinero, ¿será necesario decirlo?, supone habilidades distintas de las necesarias para lograr votos.
Y es probable que la presencia de Juan Sutil ponga de manifiesto el malentendido en que está la campaña de Matthei.
Porque el problema de Matthei no es la carencia de ideas, tampoco la falta de capacidades técnicas, que las tienen si no ella sí algunos de quienes la rodean. El problema de Matthei es la falta de consonancia entre (para seguir con esto de la venta y la compra) su figura y lo que expresa, por una parte, y las demandas o el deseo de la ciudadanía, por la otra. Hay algo de frialdad en la figura de E. Matthei que es muy difícil se pueda corregir rodeándola. La espontaneidad que crea intimidad con las audiencias y favorece el reconocimiento, siquiera fugaz, ese hechizo momentáneo que lleva a la gente a aplaudir incluso al contrincante en ideas no existe en E. Matthei, en quien la risa aparece siempre como impostada, como un gesto aprendido, no como algo que brota al margen de la voluntad.
¿Ayudará a resolver ese problema la presencia de los dos Juan? Es difícil. Juan Antonio Coloma es un político viejo. Y justo porque es viejo en el oficio de hacer política ya se sabe hasta dónde puede llegar, y es difícil, salvo que se haga el esfuerzo de aguzar la imaginación, esperar de él sorpresas, discursos que inflamen o ideas que despierten. Coloma es un notable político de regiones y un brillante presidente de comisiones.
¿Será entonces Juan Sutil el remedio? Por supuesto que no. Y es difícil comprender de qué forma la presencia de alguien que da plausibilidad y dota de verosimilitud a la idea de que la derecha está del lado de los empresarios ¯especialmente en una campaña donde una de sus rivales es la imagen viva de la trayectoria vital de millones¯ pueda ayudar a Evelyn Matthei a conquistar la mayoría, salvo que se crea que el tono apagadamente paternalista de Sutil y su imaginación gremial es lo que la gente demanda.
Carlos Peña