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Editorial
Viernes 18 de julio de 2025
Jara y la estrategia “élite versus pueblo”
Esta narrativa implica un retroceso de décadas en el clima de convivencia que tanto ha costado al país reconstruir.
Esclarecedoras resultaron para muchos las declaraciones de Fernando Carmona, jefe del programa de Jeannette Jara en las primarias, cercano a ella y miembro del Comité Central del Partido Comunista, en que reveló la estrategia seguida por la campaña. En la confianza de un encuentro por Zoom, efectuado a inicios de esta semana y convocado por la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas (con sede en Buenos Aires), Carmona se refirió a distintos aspectos que echan por tierra la idea de un supuesto distanciamiento del PC con la aspirante a la Presidencia y clarificó cómo se enmarca esta candidatura dentro de una planificación de largo plazo desarrollada por el partido, que no abandona sus ejes tradicionales.
El dirigente enfatizó una y otra vez el papel decisivo que tuvo el comité central del PC en la “decisión”, “programa” y “estrategia de campaña” de Jara, y subrayó que “llevamos años trabajando para poder conseguir este resultado (...) lo hemos hecho en el marco de nuestras normas leninistas y bajo las bases teóricas que nos sustentan desde siempre”. Quitó relevancia así a que el éxito electoral tuviera que ver con las características personales de la candidata. “No es que le achuntamos a esto, ni tampoco fue que tuvimos a la mejor candidata en el momento oportuno”, afirmó. Lo fundamental sería haber sido fieles a su ideología “leninista”, que entre otros aspectos reivindica el centralismo partidario en las decisiones, bajo una estricta disciplina y unidad de acción.
Lo más preocupante de las declaraciones de Fernando Carmona, sin embargo, es la estrategia política explícita que se devela, en cuanto al objetivo de exacerbar el conflicto “élite vs. pueblo”, y sobre esa base elaborar sus propuestas y mensajes de campaña, con énfasis en jóvenes, mujeres y sectores populares. De forma cruda, sostuvo que la realidad del voto obligatorio y de la entrada de 6 millones de nuevos votantes los llevó a no tener que “pensar solo en el eje izquierda y derecha, sino pensar en el eje arriba-abajo, es decir, pueblo-élite”.
Se trata de una de las formas más representativas del llamado “neomarxismo”, en que a la tradicional referencia a la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado vinculada a un capitalismo industrial, se la sustituye por conceptos más amplios (“el de élite y pueblo”) para adaptarse a las nuevas realidades sociales. Así, artificialmente, se fija una frontera política entre las necesidades del “pueblo” que dicen representar y un orden anquilosado que defendería los intereses de la élite, el cual, supuestamente, impediría que los beneficios les lleguen a todos. Paradójicamente, en este aspecto no es muy distinto a los discursos que en ciertas oportunidades han empleado líderes de otros sectores políticos, como Donald Trump, en EE.UU., por ejemplo.
Es innegable la existencia en toda sociedad de abusos, de desigualdades y también de necesidades apremiantes. Lo peligroso es la pretensión simplista de atribuir esos problemas a la supuesta maldad de un cierto grupo de privilegiados, que sustentarían su bienestar en la explotación del resto. Se trata de una visión que, como estrategia para alcanzar y mantener el poder, busca agudizar las confrontaciones, al punto de deshumanizar a sus adversarios, estableciendo una arbitraria distinción entre buenos y malos, abusados y oprimidos. Como muestra la experiencia, el odio generado por esta narrativa no solo enturbia la solución de problemas muy reales —el énfasis está en la permanente exacerbación de conflictos que nunca terminan, más que en la mejor forma de dar respuesta a las demandas— y allana el camino a los populismos y a diversas formas de autoritarismo. Es, por cierto, todo lo contrario a lo que se necesita para progresar. Y en el caso chileno, implica un retroceso de décadas en el clima de convivencia que tanto ha costado al país reconstruir.
Si bien Jeannette Jara se desmarcó ayer públicamente de las expresiones de su jefe programático en las primarias —sostuvo que le sorprendieron las declaraciones, que Carmona no habla en nombre del comando y que no sería parte de él en el futuro—, este episodio alimenta las legítimas aprensiones que tiene una parte significativa de la ciudadanía sobre lo que representa su candidatura. Un reflejo de ello son las dificultades evidentes que ha tenido incluso para convocar equipos técnicos de la centroizquierda en su comando.