¿Jara se va, suspende su militancia o se queda en el PC? Por ahora, parece que se aplica la vieja orden: “nadie se mueve en la fila”, y que todo seguirá igual.
Pero la duda ha abierto una pregunta muy de fondo, sí, la que tiene que ver con los fantasmas aquellos, en los que algunos no creen, mientras otros los hemos visto pasearse en gloria y majestad por esta patria nuestra. La pregunta es si de verdad un comunista… puede dejar de ser comunista.
Sí, se puede. Se puede cuando se llega a la convicción de que el partido al que se pertenece, la ideología que lo sustenta, la historia que ha construido esa colectividad y las personas que la conforman, han dañado gravemente a la persona humana y a la propia sociedad. Entonces, con dolor por los ideales frustrados —que quizás se asumieron en una muy temprana juventud—, se deja de militar en el Partido Comunista. Los testimonios que tenemos son muchos y muy conmovedores. Los hay en el mundo entero y, muy particularmente, en el Chile contemporáneo.
Pero también se deja de pertenecer al PC porque desde la cúpula central —vía comisión de control y cuadros, en la tradicional terminología— se decide que el militante ya no es digno de esa confianza completa que exige la religión comunista. Chamudes en los 40, Reinoso a comienzos de los 50, buena parte de las JJCC después del 2 de abril de 1957, los espartacos a mediados de los 60, en fin, son tantos los herejes conocidos que podemos suponer que son muchos más los anónimos.
Estas dos dimensiones de la ruptura con el Partido Comunista expresan la sinceridad de un conflicto: alguien se peleó con el partido o el partido se peleó con alguien.
Pero ninguna de esas dos situaciones es la de Jeannette Jara. Ella no se ha peleado con nadie en su colectividad y no parece haber pensado jamás en dejar el partido, ni el PC parece haber imaginado que su candidata presidencial fuera prescindible, a pesar de que algún camarada termocéfalo la haya intentado descalificar.
¿En qué situación estamos entonces hoy?
En la misma de Lenin, de hace más de cien años (de los comunistas es fácil aprender, porque se repiten continuamente: son muy mecánicos). La consigna de Lenin fue: ‘todo el poder para los soviets'; jamás —en el instante inicial de la revolución— se le ocurrió el despropósito de afirmar algo así como “todo el poder para los bolcheviques”. O sea, lo que el PC comienza a replicar es la estrategia tantas veces practicada de insertarse en un referente más extenso y minimizar así su pésima imagen (es una pena que la expresión Frente Amplio ya esté ocupada por un partido en decadencia, porque le habría venido como anillo al dedo a la coalición de Jara). Esa es la decisión que se nos ha comunicado, a esa decisión debemos atenernos.
¿Deja entonces de ser comunista Jeannette Jara porque se intente convencernos de que todo el poder será para la coalición y no para el PC? ¿Se hace socialdemócrata la candidata? En absoluto. Incluso tendrá que ser más comunista que nunca, porque tendrá que jugar con la doble faceta que tanto distingue a los seguidores de Lenin: ese “adentro y, al mismo tiempo, afuera”, ese “en el gobierno y en la calle”, ese “con otros, pero solo para nosotros”, que ha caracterizado desde siempre a la colectividad marxista.
Se da entonces la paradoja de que, habiéndose planteado la posibilidad de que Jara dejara el partido, la fórmula que se ha buscado para retenerla no ha sido precisamente a favor de una supuesta libertad de espíritu de la candidata, sino, totalmente por el contrario, se ha buscado la manera da atarla a las más ancestrales tradiciones del doble juego comunista.
Veremos a los fantasmas pasearse vestidos de ángeles. Pero, aunque los fantasmas se vistan de seda, fantasmas se quedan.