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Cartas
Sábado 05 de julio de 2025
La dignidad de una derrota
Señor Director:
Levantar una candidatura sin respaldo militante, sin recursos logísticos, y desde la posición más ingrata del gabinete —encargada de seguridad—, era poco menos que una quijotada. Pero Carolina Tohá lo hizo; con temple, con sobriedad, con sentido de deber.
No llegaba para encarnar una identidad postergada o heroica, ni para prometer el paraíso. Venía a representar algo menos glamoroso: la razón; el apego a las instituciones; una izquierda democrática, plural, con vocación de gobierno y respeto por los equilibrios.
Esta tradición —la del Socialismo Democrático— mostraba evidentes signos de agotamiento. Y, sin embargo, ella no huyó de esa filiación, sino que la habitó con responsabilidad, aunque fuera un edificio en ruinas.
La falta de mística, la distancia emocional con los votantes, el déficit de redes y operadores: todo esto, y más, fueron solo los síntomas. Lo que más pesó fue otra cosa: el eclipse de un mundo político que, tras haber sido pilar fundamental de la democracia chilena, se fue desdibujando en concesiones, cuotas y silencios.
A Tohá le tocó encarnar lo que quedaba de ese mundo. Lo hizo sin disfrazarse, sin impostar discursos, sin fingir una épica que no sentía. Fue auténtica incluso en la derrota.
No conquistó el fervor de los nuevos votantes ni el entusiasmo de los indignados. Apeló a un electorado que aún cree en el diálogo y en las reformas posibles. Pero ese mundo —si aún existe— ya no se moviliza. La escasa participación en la primaria lo dejó en claro.
Aunque no le dio para ganar, el esfuerzo de Tohá sirvió para dejar en alto una forma de estar en la política que no se rinde al oportunismo, que no grita ni simula, que asume sus límites y derrotas con serenidad.
Cuando se apague el ruido y se midan las campañas no solo por sus resultados, sino por su contribución a la vida pública, el nombre de Carolina Tohá seguirá teniendo un lugar respetado.
En tiempos de cálculo, eligió la convicción. En tiempos de deserción, eligió estar.
Eugenio Tironi