Señor Director:

Carlos Peña sostiene que el temor frente a una eventual presidencia comunista es solo un “fantasma”, un reflejo de miedos del pasado sin fundamento real. Pero como bien advierte Cristián Warnken en la misma edición de este diario, ese fantasma no solo tiene cuerpo, sino también antecedentes concretos en la historia reciente.

Durante el estallido social, los partidos que hoy integran la coalición de gobierno no actuaron como contrapeso moral ni político frente a la violencia. Muy por el contrario: muchos de sus líderes callaron o incluso justificaron los ataques al metro, saqueos y destrucción del espacio público, aludiendo a una “legítima expresión de malestar”.

Esa renuncia al juicio crítico no fue un hecho aislado. Tampoco lo fue el intento refundacional promovido en la Convención Constitucional, donde sectores afines al Partido Comunista y al Frente Amplio impulsaron propuestas que debilitaban pilares fundamentales de la democracia liberal: la eliminación del Senado, la subordinación del Poder Judicial, y un diseño político sin contrapesos efectivos. Más tarde, la aprobación del indulto a condenados por delitos graves durante el estallido confirmó esa tendencia a relativizar el Estado de Derecho.

Warnken tiene razón: ya hemos visto lo que ocurre cuando los aliados del PC tienen la oportunidad de contenerlo... y no lo hacen. El supuesto “control” de una coalición sobre una eventual presidencia comunista es más bien una ilusión. El miedo que muchos sienten no es un “fantasma”, sino una conclusión racional basada en hechos recientes. Negarlo es ignorar la evidencia.

Fernando Massú