Atención a suscriptores
Su contrato de suscripción digital está por vencer. Para renovar por un año adicional presione aquí.
RenovarCartas
Sábado 05 de julio de 2025
El PC chileno
Señor Director:
Carlos Peña tiene razón en algo fundamental: en democracia, el debate debe estar guiado por la racionalidad, no por las emociones ni los temores. Especialmente cuando se trata de elecciones presidenciales. Pero si aplicamos esa exigencia con rigor, entonces también debemos analizar racionalmente lo que representa la candidatura de Jeannette Jara y el Partido Comunista.
El punto no es su biografía personal, sino el proyecto político que encarna. A diferencia de otros partidos de izquierda democrática, el PC chileno no ha hecho una autocrítica de su matriz ideológica marxista-leninista, ni ha condenado con claridad las dictaduras que admira. Como bien ha dicho Ernesto Ottone, “tú no puedes ser demócrata y marxista-leninista”, porque esta última no reconoce la democracia liberal como un fin, sino como un medio.
Durante el estallido social, el PC no defendió la democracia constitucional: relativizó la violencia y empujó al país al límite. Guillermo Teillier, entonces presidente del partido, llegó a justificar los hechos en Plaza Italia diciendo: “¿Cómo voy a condenar una cosa que fue tan menor?”. Y añadió: “Si digo que no debe haber violencia, quiere decir que digo que no salgan a manifestarse, y eso no lo diré”. Ese silencio cómplice fue una señal clara. Jeannette Jara, por su parte, llevó en esos días una polera con la imagen del perro “matapacos”, convertido en símbolo de odio hacia Carabineros.
Se ha argumentado que Jara no representa al Partido Comunista, sino a una coalición más amplia, y que su candidatura sería la expresión de un “consenso traslapado”, por usar la idea de John Rawls. Pero esa interpretación desconoce que en toda primaria presidencial importa quién gana: porque quien gana lidera, define los énfasis y orienta el programa final. No se trata de una representación simbólica. Es el punto de partida para ejercer hegemonía dentro de la alianza.
No se trata de prejuicio ni nostalgia de la Guerra Fría. Se trata de hechos recientes. Como dijo durante la campaña de primarias Carolina Tohá, desde el propio Socialismo Democrático: “Donde ha gobernado el PC, ha traído miseria”. Y no solo miseria económica, sino también política y moral.
Hernán Larraín M.
Carlos Peña tiene razón en algo fundamental: en democracia, el debate debe estar guiado por la racionalidad, no por las emociones ni los temores. Especialmente cuando se trata de elecciones presidenciales. Pero si aplicamos esa exigencia con rigor, entonces también debemos analizar racionalmente lo que representa la candidatura de Jeannette Jara y el Partido Comunista.
El punto no es su biografía personal, sino el proyecto político que encarna. A diferencia de otros partidos de izquierda democrática, el PC chileno no ha hecho una autocrítica de su matriz ideológica marxista-leninista, ni ha condenado con claridad las dictaduras que admira. Como bien ha dicho Ernesto Ottone, “tú no puedes ser demócrata y marxista-leninista”, porque esta última no reconoce la democracia liberal como un fin, sino como un medio.
Durante el estallido social, el PC no defendió la democracia constitucional: relativizó la violencia y empujó al país al límite. Guillermo Teillier, entonces presidente del partido, llegó a justificar los hechos en Plaza Italia diciendo: “¿Cómo voy a condenar una cosa que fue tan menor?”. Y añadió: “Si digo que no debe haber violencia, quiere decir que digo que no salgan a manifestarse, y eso no lo diré”. Ese silencio cómplice fue una señal clara. Jeannette Jara, por su parte, llevó en esos días una polera con la imagen del perro “matapacos”, convertido en símbolo de odio hacia Carabineros.
Se ha argumentado que Jara no representa al Partido Comunista, sino a una coalición más amplia, y que su candidatura sería la expresión de un “consenso traslapado”, por usar la idea de John Rawls. Pero esa interpretación desconoce que en toda primaria presidencial importa quién gana: porque quien gana lidera, define los énfasis y orienta el programa final. No se trata de una representación simbólica. Es el punto de partida para ejercer hegemonía dentro de la alianza.
No se trata de prejuicio ni nostalgia de la Guerra Fría. Se trata de hechos recientes. Como dijo durante la campaña de primarias Carolina Tohá, desde el propio Socialismo Democrático: “Donde ha gobernado el PC, ha traído miseria”. Y no solo miseria económica, sino también política y moral.
Hernán Larraín M.
