Un fantasma recorre Chile: el fantasma del anticomunismo. La elección de Jeannette Jara ha desatado los más exagerados temores, o ha llevado a estimularlos y a desatarlos. Se dedican minutos y minutos a diseccionar las ideas que el PC divulga en la web, o las declaraciones de Jadue, para comprobar o insinuar los ocultos designios que subyacen a su candidatura. Y se dice que aunque Jara suspendiera su militancia, no dejaría de ser comunista. ¿Acaso no está en el partido desde los catorce años? Lo absurdo es que esto se dice al mismo tiempo que se escucha con delectación a quienes fueron comunistas toda la vida y que ahora viejos —felices por haber sido admitidos en los salones de la opinión pública— abjuran de lo que alguna vez fueron como quien cuenta a los nietos sus pecados de juventud.
¿Cuáles son las razones de este anticomunismo inconfesado que se deja ver en el comentario de algunos periodistas profesionales? Veamos.
Si se revisan las declaraciones de principios del PC se advierte que se declara marxista, que en ellos se constata la existencia de la lucha de clases, y se aspira a una sociedad donde ellas no existan. Bien. Pero, ¿cómo se puede inferir de allí que esos son los objetivos que la candidatura de Jeannette Jara habrá inevitablemente de perseguir? Esa inferencia, salta a la vista, es un perfecto non sequitur: derivar un programa de gobierno a partir de una concepción global.
Así entonces se alcanza la conclusión de que la democracia está en peligro. Y entre líneas se lee que la próxima contienda electoral será una defensa de la democracia contra quienes se aprestan a asaltarla.
Lo que se olvida es que la candidatura de Jeannette Jara —al margen de sus ideas erróneas o no— no es proyecto de un partido, sino de una coalición. Y de obtener ella el triunfo —hipótesis difícil, pero que podría verificarse—, el suyo sería un gobierno de varios partidos, con orientaciones programáticas que habrá que convenir.
Sin embargo, eso se olvida y aparece de nuevo la irracionalidad.
Lo que ocurre, se dice, es que los comunistas (y se pronuncia “los comunistas” como un antisemita dice “los judíos”, atribuyéndoles ocultos designios) son astutos y desleales y acabarán haciéndose del poder. Y una vez que lo logren (se escuchó decir a un senador que modulaba tan bien como lo hacía en su época de actor de teleseries) no se desprenderán nunca más de él.
En suma, los comunistas chilenos serían diabólicamente astutos y poseerían una agenda de destrucción de la democracia y el anhelo de instalar la dictadura del proletariado. Y Jeannette Jara sería la punta de lanza, simpática y carismática, tras cuya personalidad está el partido que la usa como una máscara festiva.
Basta pensar dos veces para advertir la irracionalidad de todo eso que poco a poco se está expandiendo y que dañará la convivencia democrática. Una irracionalidad que olvida que si el PC es milenarista y utópico, no es el único que lo ha sido y que, si una fracción de él optó por la vía armada lo hizo en medio de la dictadura (y esta última, ¿habrá que recordarlo?, no se dedicó a rezar padrenuestros), y que muchos de los que hoy se quejan de esa conducta aplaudieron o callaron cuando se degolló (sí, se degolló) a algunos de sus dirigentes.
¿No será mejor entonces, y más ajustado a la realidad y a los compromisos democráticos, recordar que en un gobierno de coalición deberá existir un consenso superpuesto entre sus partícipes, un consenso en el que cada uno pone en paréntesis su visión global para avanzar en aquellos aspectos donde los distintos puntos de vista se intersectan? ¿No será mejor dejar de atizar irracionalmente el fuego del anticomunismo y tener en cuenta que lo de Jara es el proyecto de una coalición en cuya configuración estarán todos los partidos?
Es verdad que el PC es milenarista y utópico, y que persiste en él filosofía de la historia que les hace tener una confianza a toda prueba en su triunfo final, y es cierto que sus ideas se han revelado erróneas. Y por eso hay que esforzarse en el ámbito de la cultura para que esas ideas, las del PC, no cundan, pero eso no se logra alimentando el miedo y abandonando la delgada capa de racionalidad que hace posible el diálogo democrático u ocultando que no es el PC quien, de ganar Jara, gobernaría, sino una compleja coalición. Y menos se debe olvidar que en una democracia a las ideas se les oponen otras ideas, se demuestra la falacia en que a veces se fundan las del adversario, y no se agita sin más frente a él el fantasma del miedo irracional.
Carlos Peña