Señor Director:

Si algo quedó claro tras el resultado de las primarias oficialistas —además del triunfo del Partido Comunista— es la derrota de las ideas de centroizquierda no revolucionarias dentro del bloque gobernante. Aquellas corrientes moderadas, que tímidamente intentaron reorganizarse bajo la etiqueta del “socialismo democrático” desde el segundo proceso constituyente, quedaron sin representación real.

Con una ingenuidad difícil de explicar, estos sectores se lanzaron al salvataje de un gobierno claramente de izquierda, cuyo proyecto no era el suyo. Esa ingenuidad solo se entiende como la persecución del espejismo de verse ungidos por el respaldo político de Bachelet, en lugar de sostener una defensa firme de principios propios. En ese intento, diluyeron su identidad.

Hoy, con esta elección, ese mismo gobierno les martilla oficialmente el último clavo del ciclo: por primera vez en 36 años, las ideas que inspiraron a la Concertación —una centroizquierda democrática y reformista— no tendrán representación en la papeleta presidencial. No es solo el fin de una coalición; es la desaparición, al menos por ahora, de un proyecto político que gobernó Chile durante décadas con éxito, continuidad y estabilidad, dejando un vacío que solo podrá llenarse si emerge una nueva generación capaz de defender, sin complejos, una centroizquierda moderna, sin doblegarse ante una izquierda ruidosa y dogmática, anclada en ideas contraproducentes para el desarrollo del país.

Georges de Bourguignon Covarrubias