El Mercurio.com - Blogs : Jara y la humillación de la centroizquierda
Editorial
Lunes 30 de junio de 2025
Jara y la humillación de la centroizquierda
Sería un grave error minusvalorar las opciones de Jara confiando en el rechazo ciudadano a las ideas del PC.
Ha de ser muy difícil para un observador ajeno a la realidad chilena entender lo ocurrido ayer en la primaria oficialista. ¿Cómo es posible que la candidata de un partido que es una rémora ideológica, que apoya a las peores dictaduras del mundo, que proclama la vigencia del marxismo leninismo y que descree de la democracia representativa haya logrado arrasar a la históricamente poderosa centroizquierda e imponerse como la carta presidencial del oficialismo? La “anomalía” puede explicarse a la luz de las características personales de la postulante y de una campaña que edulcoró su discurso, adaptándolo según las circunstancias —sus sucesivas posturas respecto de Cuba bien lo resumen—, al punto de transformarlo en una acumulación de vaguedades, como se vio en los últimos debates. En ese empeño, hasta las disonantes intervenciones de la actual directiva comunista —la misma que se había resistido a proclamarla— terminaron jugando en favor de Jeannette Jara, ayudando al ejercicio de minimizar su militancia, cual si esta fuera un accidente: ella misma llegó a hablar de su candidatura como la que uniría a la “centroizquierda”, haciendo suya tal adscripción.
Esto no debe llevar a equívocos.
La exministra ha integrado las filas del PC desde su juventud y, aunque su sector aparece hoy como disidente de la línea de Lautaro Carmona, se trata sobre todo de un conflicto de estrategias y de grupos de poder, más que de ideología. El papel de uno de sus más cercanos asesores, Marcos Barraza, en la Convención Constitucional fue una muestra de cuáles son las ideas que los mueven, más allá de la habilidad política que ha mostrado Jara. Signo de esa misma habilidad fue una gestión ministerial que le permitió transformarse en el rostro de las iniciativas más emblemáticas del Gobierno: 40 horas, alza del salario mínimo, reforma previsional, cosechando los beneficios políticos de los acuerdos que las permitieron, pero eludiendo insólitamente los costos del feble desempeño del mercado laboral en su período como secretaria de Estado.
De nuevo, sin embargo, sería erróneo caer en confusiones respecto de ese pragmatismo, que le permitió cultivar buenas relaciones con empresarios y con parlamentarios de oposición. Aun con toda su ambigüedad, el documento programático que presentó ante el Servel algo indica respecto de las ideas de Jara, con su apuesta por un “modelo de desarrollo guiado por la demanda interna” —Chile ya conoció de ello hace medio siglo, y no con buenos resultados— y por acrecentar el rol del Estado. No menos revelador es el apoyo a intensificar la relación con China vía los Brics que ha expresado y que es la línea de su partido.
Con todo, y precisamente por esa capacidad que ha mostrado, la centroderecha incurriría en una grave equivocación si minusvalorara las opciones de Jara, confiando en el rechazo de parte de la población a las ideas del PC: si de algo ha dado cuenta la candidata comunista es de saber cómo neutralizar ese rechazo con su sonrisa y formas amables.
Pero si el triunfo de Jeannette Jara es en buena medida una victoria personal, la derrota de Carolina Tohá es ante todo un fracaso de la centroizquierda y de aquello que ha dado en llamarse el Socialismo Democrático. En rigor, una verdadera humillación. Es cierto que en estos meses Tohá exhibió escaso carisma y que su campaña nunca logró hallar el tono para enfrentar el testimonio de meritocracia y de identificación con los sectores populares que fue el sello de Jara. El punto, sin embargo, es que la candidatura de la exministra del Interior tenía un explícito sentido político, cual era la reivindicación de un proyecto de centroizquierda moderna como alternativa de progreso y gobernabilidad. Pero tal apuesta partía de una contradicción esencial: la de representar objetivamente la continuidad del actual gobierno y pretender al mismo tiempo encarnar un proyecto distinto y crítico de este. Ello se fue haciendo cada vez más claro conforme avanzó la campaña y Tohá se decidió a marcar diferencias con Jara, al punto de decir que no era partidaria de que el PC gobernara el país. Fue una afirmación tal vez compartida por muchos en su sector, pero profundamente contradictoria con el hecho de no solo haber integrado un mismo gobierno, sino además haber aceptado competir en una misma primaria y quedado así comprometida a apoyar a la postulante comunista.
Por cierto, la contradicción trasciende a Tohá e involucra a todo el Socialismo Democrático y su conducta durante los últimos años. En efecto, desde octubre de 2019, esa centroizquierda aceptó una y otra vez seguir el libreto de la izquierda radical, con hitos como las acusaciones constitucionales contra Sebastián Piñera, la valoración de la “vía de los hechos” en los días más violentos del estallido o el apoyo al proyecto constitucional de la Convención. Con justificaciones peregrinas —“estar en contra era aún peor”, dijo Tohá para explicar su respaldo al Apruebo— y logrando como recompensa ser parte del Gobierno pese a haber perdido la última presidencial, el Socialismo Democrático fue diluyendo su identidad y alienando a una parte de sus electores. Ese ejercicio de mímesis finalmente le pasó ayer la cuenta. Un resultado amargo y que lo enfrenta a la disyuntiva de continuar en esa deriva o finalmente hacer el postergado proceso de reflexión pendiente desde que colapsara la Nueva Mayoría de Michelle Bachelet, quien, por otra parte, evitó en esta campaña dar su apoyo a Tohá, pese a ser la candidata de su partido, aportando así su propio grano de arena al triunfo de Jara.
El paupérrimo desempeño de Gonzalo Winter sintetiza la bancarrota política en que hoy se encuentra el frenteamplismo. Claramente, los electores de este sector prefirieron masivamente dar su apoyo a Jeannette Jara, castigando una campaña que pretendió resucitar los aires refundacionales y solo se quedó en una exhibición de inmadurez. Pero esta primaria ha dejado también en una incómoda posición al militante más destacado del Frente Amplio, el Presidente Boric. Casi ignorada su figura, su llamado a preservar la unidad y el buen trato durante la campaña fue notoriamente desoído en los tensos días finales de la contienda, mientras que la convocatoria a votar masivamente resultó vencida por el frío, con una participación inferior a la de la primaria de Apruebo Dignidad en 2021. Un mal balance para quien ha declarado su deseo de dejar como legado la proyección de la alianza de bloques que ha dado sustento a su administración: esa coalición sin nombre, cuya fragilidad, más allá de los forzados gestos unitarios, ha quedado en evidencia.