Por suerte el Presidente Gabriel Boric no tomó el teléfono y se derivó al ministro Alberto van Klaveren la llamada de Marco Rubio, secretario de Estado y asesor de Seguridad Nacional del Presidente Donald Trump. Nada bueno habría salido de una conversación entre dos personas que seguramente no se toleran. Rubio hace algunos meses tuvo expresiones críticas del Presidente Boric, quien, a su vez, había declarado hace un par de meses en la India: “el señor Trump representa todo aquello a lo que me opongo”. Preferible, no contestar el teléfono al secretario de Estado a exponerse a una confrontación entre el gobierno de Chile y el de Estados Unidos.
Además, el canciller Van Klaveren tiene el oficio diplomático que permite decir No, sonando Sí. Tal es así que, a pesar de ser abismales sus diferencias, el canciller calificó el diálogo con Rubio como “una conversación cordial, muy similar a conversaciones que yo he sostenido con otros cancilleres de países amigos”.
En todo caso el Gobierno debería estar atento a que estarían encima de la mesa de negociaciones otras formas de cooperación bilateral, no solo lo comercial, con el riesgo de reemplazar el tratado de libre comercio que eliminó los aranceles para todas las exportaciones chilenas a Estados Unidos, por otro que imponga aranceles hasta 10 veces más elevados, además de cuotas y otras restricciones paraarancelarias. Sabemos que Trump usa la amenaza de elevar aranceles también con propósitos políticos, para obtener otras concesiones a su favor. Así ha ocurrido en la única negociación tarifaria concluida, aquella entre Estados Unidos y Gran Bretaña, y se avizora en las en curso con China.
También se debería considerar que todo lo que se convenga con Trump es inestable, sigue sujeto a revisión, y que es discriminatorio, ignora la aplicación de la cláusula de la nación más favorecida y premia a los gobernantes ideológicamente más cercanos, aunque sea por un rato.
El “telefonazo” es inquietante. Por una parte, indicativo de nuestro difícil acceso a la Casa Blanca y altos niveles del Departamento de Estado, y por otra, demostrativo del desprecio de Trump por los tratados internacionales y las normas de la diplomacia convencional, que reemplaza por la imposición del unilateralismo. Así lo confirma el secretario del Tesoro, que este miércoles anticipó para las próximas semanas el envío, a la gran mayoría de los países, de cartas en las que presentarán un acuerdo de “tómalo o déjalo” en las negociaciones comerciales.
Cercano a cumplir 200 días en el gobierno, la política exterior de Trump ha alienado hasta los gobiernos aliados y a los amigos. Su diplomacia parece otra versión de la motosierra que emplea para el gasto público. Es la diplomacia del telefonazo, de la cartilla, del tómalo o déjalo y de la motosierra. Del garrote sin zanahoria.