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Editorial
Viernes 13 de junio de 2025
Protestas por gestión migratoria de Trump
Lo que ocurra mañana en Washington marcará un hito en el conflicto.
Hasta transformarse en protestas masivas, extendidas por cerca de una semana en numerosas ciudades y varios estados norteamericanos, han escalado las ácidas críticas al control migratorio promovido por Donald Trump.
Los puntos más álgidos del conflicto radican en el incremental plan gubernamental de redadas, detenciones y deportaciones de inmigrantes ilegales; el autoritarismo presidencial en recurrir al uso reforzado de la fuerza pública para contener protestas y disturbios, y en el desafiante y agresivo ejercicio de las facultades del mandatario. Lo anterior está inserto en una severa política migratoria que incluye el fortalecimiento de los controles fronterizos, y prohibiciones y restricciones en el otorgamiento de visas a extranjeros —en particular, a los provenientes de cerca de 20 países—; el intento —suspendido por la justicia— de impedir el ingreso a ciertas universidades de estudiantes extranjeros, y la propuesta presupuestaria de 188 mil millones de dólares para financiar toda esta política. Una parte sustantiva de los recursos se destinaría a la vilipendiada agencia para el control migratorio, encargada de las redadas.
Al creciente repudio por las detenciones y deportaciones de migrantes en Los Angeles, Trump ha respondido ordenando el despliegue de la Guardia Nacional y de un limitado contingente militar, manifestando su disposición a aumentar el uso de la fuerza bajo control federal en cualquier parte del territorio de los Estados Unidos, si fuera necesario.
La actuación de militares para hacer frente a las amenazas a la propiedad privada y a la infraestructura pública, aunque moderada, ha sido rechazada multitudinariamente, y considerada ilegal, provocadora de violencia y contraproducente por el gobernador de California, la oposición demócrata y sectores de la sociedad civil. Mientras, organizaciones defensoras de los migrantes anuncian que mantendrán las protestas, extendiéndolas a más ciudades.
Las divisiones al interior del Partido Demócrata trascienden a las políticas migratorias, no obstante el consenso en repudiar la extralimitación del poder federal y presidencial en desmedro de los gobernadores y el Congreso. Las divisiones surgen entre la condena, el silencio y la justificación de la violencia en los disturbios. Notoria ha sido la ambigüedad y silencio frente al vandalismo por parte de la exvicepresidenta Kamala Harris y aliados.
Trump se mantiene firme, a pesar de los amenazantes desafíos judiciales sobre la legalidad de sus medidas y su dudosa eficacia para contener a los cerca de 14 millones de migrantes ilegales. De hecho, se estiman en más de 8 millones los trabajadores ilegales; es decir, el 4,8% de la fuerza laboral, vitales en el sector de la construcción, la agricultura, el aseo y el cuidado de personas. La masificación de las deportaciones debería aumentar los costos de la construcción y de los alimentos, con repercusiones en la inflación y el crecimiento.
Trump parece confiado en el respaldo ciudadano a combatir la migración ilegal, y en su estrategia atemorizadora, que podría conducir a disminuir la presión migratoria.
La situación es fluida y, por encima de la polarización y controversias que ha introducido Trump en estos asuntos, está su desprecio por los límites de sus facultades y del orden democrático. Tampoco parecen importarle los negativos efectos en su popularidad y en la imagen de EE.UU. en el exterior.
Incierto es el desenlace del pulso entre Trump y la oposición. Un hito será el resultado de la manifestación en favor de los ilegales organizada para mañana sábado en Washington DC. La protesta coincidirá a escasa distancia con el desfile militar en celebración del aniversario del 250 aniversario del Ejército de Estados Unidos y con el 79 cumpleaños del gobernante.