Los tiempos cambian. Claro que cambian. Y a veces demasiado.
En 1926, esperando el campeonato sudamericano que se jugaría en Santiago, había optimismo en los chilenos, que estaban seguros de que esta vez su seleccionado no sería colista. ¿Por qué? La respuesta la daba Horacio Muñoz, el astro penquista del equipo de todos: “¿Y a qué viene Bolivia entonces”? Tuvo razón: Los del altiplano fueron últimos en los Campos de Sport y Chile fue ¡subcampeón!
En 2025 ya sabemos cómo es la cosa: Bolivia es más que Chile. Lo ha sido durante toda la clasificatoria para el mundial del próximo año. Y los chilenos hemos conocido el fondo de la tabla.
Mala cosa y mal sabor. En los comentarios políticos es frecuente escuchar una pregunta: ¿Cuándo se jodió Chile? Podemos hacer la misma pregunta para nuestro fútbol: ¿Cuándo se jodió el fútbol chileno? Ninguna de las dos se ha respondido con precisión y objetividad.
Por supuesto, no fue en esta fecha clasificatoria. Ni siquiera en esta competencia para el mundial 2026, que generó tanto entusiasmo después de los amistosos que marcaron el estreno de Gareca al frente de la Roja. Después, o mejor dicho desde entonces, un desastre.
Un querido amigo, que sabe mucho, me lo decía después del encuentro con Argentina: “Los entrenadores que ha tenido la selección para este campeonato no han sido malos técnicos, todos tienen buen cartel y han ofrecido distintas formas de desarrollar el juego y el proceso. Pero fueron interrumpidos”.
Lo que pasa, entonces, ¿es que no tenemos jugadores de nivel? Es evidente que, ya apagada la “generación dorada”, no tenemos reemplazo a su nivel. Es un hecho.
En cuanto al desempeño de los técnicos en este proceso, creo en lo que dice mi amigo. No se puede hacer juicio a ellos, pues no terminaron su ejercicio y creo que solo uno de ellos fracasó rotundamente: Gareca. No he logrado saber, ni imaginar, a qué vino.
Gareca siempre pareció querer molestarnos, ofendernos con su desidia, decisiones tácticas y desinterés por su trabajo. Un personaje desagradable y sin legado.
Ayer cayó la última palada.
Bolivia nos ganó en Ñuñoa y en El Alto.
Y adiós al Mundial (uno más), que no es la única despedida. También se espera de Arturo Vidal y poco después la de Milad y a la semana siguiente, la de Alexis.