Señor Director:

Con buena voluntad y un razonable afán de lograr acuerdos se nos insta a dialogar en asuntos cruciales y del todo conflictivos como son el aborto o la eutanasia. Sin embargo, creo que inevitablemente es un diálogo de sordos porque los incumbentes se mueven en tradiciones intelectuales del todo opuestas.

En este sentido es bueno recordar lo que el destacado filósofo Alasdair MacIntyre, recientemente fallecido, sostenía sobre las distintas tradiciones en que actualmente nos desenvolvemos y que son irreconciliables entre sí: la aristotélico-tomista, la tradición moderna ilustrada (Kant) y la que MacIntyre denominaba tradición genealógica, posmoderna y deconstruccionista presente en Foucault y Derrida. Para que exista posibilidad de conciliación, añadía MacIntyre, debería surgir un gran pensador que lograra la síntesis y rescatara lo mejor de las tres, de modo semejante a la gran síntesis lograda por Tomás de Aquino en el siglo XIII entre la pagana filosofía aristotélica y la agustiniana.

Todos nos desenvolvemos y pensamos dentro y desde una determinada tradición, por mucho que algunos ilustrados se consideren que no forman parte de ninguna. En este sentido, no veo modo de conciliar a una abortista que defiende con pasión su autonomía individual, y no está dispuesta a hipotecar cinco años de su vida al servicio de un ser que no desea, con la que considera que lo único del todo nuevo en el universo es el nacimiento de una persona (Arendt) que exige un respeto incondicional, protección y cuidado.

Jorge Peña Vial
Profesor emérito, Universidad de los Andes