Señor Director:

Mientras se discute la prohibición de celulares en salas de clase, conviene hacerse una pregunta más incómoda: ¿por qué los jóvenes prefieren mirar una pantalla antes que escuchar a su profesor?

La respuesta no está solo en la tecnología, sino en el relato que ofrecemos. Muchos adolescentes viven sobreestimulados, pero profundamente desorientados. Tienen acceso a todo tipo de contenido, pero muy poco sentido. La red los entretiene, sí, pero también los modela, los valida y —en muchos casos— los deja solos.

Educar no es competir por la atención, sino ofrecer una dirección. Si no somos capaces de presentarles un horizonte más atractivo que TikTok, el problema no es el celular. Es el vacío que deja el sistema educacional cuando no logra convocar con verdad.

Sebastián Goldsack Trebilcock