Casi por definición, una cuenta tiene que traer numeritos. De otro modo es un cuento, no una cuenta. Así que la invitación hoy es a mirar cifras y reflexionar respecto de dónde está parado Chile luego de años de estancamiento.
Desde el 2014, la economía ha crecido solo 2% (real) promedio anual. La deuda pública bruta pasó de 13% a más del 41% del PIB. Si consideramos los ahorros de la nación, hace 10 años Chile era acreedor neto. Hoy los chilenos le deben plata al mundo y solo por intereses tendrán que hacer desembolsos millonarios por mucho tiempo. Así que la cuenta es clarita: el estancamiento que vive Chile ha salido carísimo. El crecimiento nunca estuvo ni estará asegurado.
¿Cuánto más rico sería Chile hoy si en vez de 2% hubiese crecido 4% promedio desde el 2014? El Central calcula que el PIB local fue $209.929 miles de millones el año pasado. Creciendo 4% anual, el producto hubiese sido un 24,6% más alto, lo que equivale a más de US$ 50 mil millones adicionales. El tema es, entonces, cómo terminar tal derroche.
Para pensar una respuesta, detengámonos en los componentes del gasto en el PIB: consumo de los hogares, gasto del Gobierno, exportaciones netas e inversión. ¿Por cuál apostaría como motor de la economía?
Con un mercado laboral mucho más rígido (parte de la cuenta), será difícil que el impulso venga de hogares ahogados por la falta de oportunidades de trabajo (¿vio el desempleo?). Por su parte, el gasto público no debe seguir expandiéndose y la guerra comercial es fuente de incertidumbre para el potencial de las exportaciones. Queda entonces la inversión.
Lo malo es que hace mucho tiempo que Chile perdió el atractivo para los inversionistas. Si fíjese que entre 2014 y 2024 la formación bruta de capital aumentó en promedio cerca de 1% al año. Lo bueno es que, con las condiciones adecuadas, uno puede imaginar que el país podría volver a ser campo fértil para la iniciativa privada, el emprendimiento y, obvio, la inversión.
Para evaluar tal posibilidad, considere el siguiente ejercicio. Parémonos en 2026 y asumamos que consumo, gasto del gobierno y exportaciones netas evolucionan como lo han hecho hasta la fecha. Supongamos, eso sí, que Chile se pone las pilas y la inversión crece el 2026 a lo que crecía anualmente entre 1996-04 (4 veces lo de 2014-24). Con eso, el PIB crecería ese año sobre 3%. Ahora, si el impulso es más potente y la inversión trepa como lo hacía entre el 2004-14 (9 veces), la economía nacional aceleraría por sobre 4%. Esto implicaría concretar casi US$ 5 mil millones extras de inversión a diciembre del 2026. Difícil, no imposible.
Para Chile, el 2025 tiene que ser especial. Debe ser el año en que la política toma conciencia de la mansa cuenta que paga el país por estar estancado. Acelerar el crecimiento requerirá (al menos) revisar impuestos y regulación, promocionar ahorro y fortalecer mercados. Quien llegue a La Moneda el 2026 debe estar dispuesta/o a que le cobren la palabra por ese tipo de promesas. Si no, la cuenta seguirá aumentando.