En 2022, Warner Bros. tomó una decisión que sorprendió a la industria del entretenimiento: eliminó la marca “HBO” de su plataforma de streaming para crear simplemente “Max”. Ahora, tras perder millones de suscriptores y cuota de mercado, la empresa anuncia el retorno de “HBO Max”.
Este episodio no es solo una anécdota en la volátil industria del streaming, sino un caso de estudio con lecciones valiosas para cualquier marca.
Lo primero evidente es que Warner subestimó el peso cultural de HBO. Esta no era meramente una etiqueta comercial, sino una promesa de calidad que los consumidores reconocían de inmediato. “The Sopranos”, “Game of Thrones”, “Succession”. HBO había construido durante décadas un contrato implícito con su audiencia: aquí encontrarás excelencia narrativa. La decisión de suprimir estas tres letras respondía a la estrategia de Warner de ampliar su catálogo para incluir reality shows, contenido infantil y programación generalista. Sin embargo, al hacerlo, no estaba únicamente cambiando un nombre, sino diluyendo una promesa que ninguna expansión de contenidos podía compensar.
Esta decisión revela también una paradoja del mercado digital: mientras las corporaciones buscan diversificar su oferta bajo la premisa de “más es mejor”, los consumidores, abrumados por opciones infinitas, valoran cada vez más la curaduría confiable.
La exclusividad que HBO representaba no era una limitación como Warner pareció interpretar, sino precisamente su ventaja competitiva en un ecosistema saturado de contenidos.
El momento del cambio resultó igualmente desafortunado. Warner eliminó “HBO” justo cuando Netflix y otros competidores comenzaban a orientar sus estrategias hacia la calidad sobre la cantidad, demostrando una lectura miope de las tendencias del mercado.
El retorno a “HBO Max” representa el reconocimiento de una verdad fundamental del márketing contemporáneo: en mercados hipersaturados, la confianza del consumidor se ha convertido en el activo más escaso.
La pérdida de millones de suscriptores tras el cambio a “Max” evidenció que los usuarios no solo se habían suscrito a una plataforma de contenidos, sino a una marca cuyo nombre garantizaba cierta experiencia. Cuando ese contrato implícito se rompió, la confianza se desvaneció rápidamente, llevándose consigo tanto ingresos como relevancia cultural.
Este caso nos recuerda que las marcas más poderosas son aquellas que mantienen íntegra su promesa de valor a través del tiempo. Warner aprendió esta lección de la forma más costosa posible.
Pablo Halpern