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Editorial
Sábado 29 de marzo de 2025
La transformación demográfica
El cambio demográfico representa el mayor desafío de nuestra historia reciente. Mientras el país envejece y el número de nacimientos se desploma, las políticas públicas se rigidizan. El costo de tal miopía será asumido por las generaciones futuras.
El crecimiento de la población es uno de los insumos críticos para sostener el crecimiento económico. Pese al fenómeno migratorio reciente, Chile enfrenta un desafío histórico en esta materia. De acuerdo con las proyecciones de la Cepal, nuestra población comenzará a decrecer en 2042, luego de alcanzar un máximo cercano a 20.543.000 personas. De continuar las tendencias, el número caería por debajo de los 20 millones en 2055 y en 2100 Chile llegaría a 13.430.000 habitantes (la cifra de 1990). Esta realidad modifica estructuralmente las oportunidades de expansión económica futura, alterando además la visión de políticas sociales que el país ha desarrollado durante las últimas décadas.
Si bien existen algunas similitudes en los patrones demográficos en distintos países de América Latina, el caso local tiene particularidades que lo hacen más marcado y preocupante. A modo de ejemplo, en Colombia, Ecuador y Perú la población también comenzaría a reducirse en este siglo, pero con bastante posterioridad: en 2051 en Colombia, en 2061 en Ecuador y en 2067 en Perú. Y si se mira en términos agregados, los datos de la Cepal indican que la población total latinoamericana comenzaría a retroceder con posterioridad a 2055. Así, Chile se adelantaría por más de una década.
Natalidad baja, envejecimiento sube
En términos prácticos, la evolución de la población depende de la relación entre el número de nacimientos, fallecimientos y los flujos migratorios. Es necesario detenerse en los dos primeros para comprender la transformación demográfica que enfrentamos.
De acuerdo con el INE, la tasa global de fecundidad (TGF) en 2022 alcanzó 1,25 hijos por mujer, y según datos provisionales de 2023, descendió a 1,16, la más baja registrada en la historia del país y una de las más reducidas a nivel mundial.
Ahora bien, desde hace años, la fecundidad ha venido descendiendo, ubicándose por debajo del nivel de reemplazo poblacional, de 2,1 hijos por mujer. En comparación con 1992, la TGF de 2023 refleja una caída del 53,7%. Esto explica que los nacimientos han seguido una tendencia decreciente: en 2023 la cifra preliminar fue de 174.067, una disminución del 8% respecto al año anterior y del 37,6% en comparación con 1992. Así, en 2023 hubo 105.031 nacimientos menos que en 1992.
Un segundo fenómeno es el retraso en la edad en que las mujeres tienen hijos. En 2023, la fecundidad más alta se dio en el grupo de 30 a 34 años, con 60,7 nacimientos por cada mil mujeres. En 1992, en contraste, la tasa más alta estaba en mujeres de 25 a 29 años y era de 135,4 nacimientos por cada mil.
Si bien es un fenómeno complejo, la velocidad con que esta tendencia ha avanzado en Chile durante el prolongado período de estancamiento económico sugiere que la postergación del embarazo o, derechamente, la decisión de no tener hijos pueden estar asociadas al deterioro de las condiciones de vida que enfrentan las nuevas generaciones. El debilitamiento del mercado laboral, los mayores costos de crianza por una educación pública de menor calidad y un mercado de capitales deteriorado (mayores tasas hipotecarias) son factores a considerar. Será interesante observar si este punto es recogido por las campañas presidenciales.
Por otra parte, los avances médicos y sociales de las últimas décadas han significado una marcada extensión de la esperanza de vida al nacer. Entre 2010 y 2019, esta aumentó en 2,40 años. Debido a la pandemia, en 2021 se redujo a 79,14 años, lo que representó una caída de 1,71 años respecto de 2019. Sin embargo, el indicador volvió a subir en los últimos dos años: en 2022 llegó a 79,72 años y en 2023 alcanzó los 81,39 años según datos preliminares reportados por el INE, lo que implica un aumento absoluto de 2,25 años en el período 2021-2023. En conjunto con el derrumbe en la natalidad, esto está provocando un gradual envejecimiento de la población.
Repensar la política pública
El nuevo perfil demográfico requerirá un rediseño de nuestras políticas públicas. Esto, tanto por el impacto directo sobre nuestro potencial de crecimiento como por las presiones fiscales que nos depara.
Un tema que requerirá particular atención será el previsional. Las mínimas consideraciones de la reforma recién aprobada respecto de la transformación demográfica que vivimos multiplicarán las inmensas presiones fiscales ya comprometidas. En este sentido, frente a las nuevas cifras del INE, será necesario proyectar nuevamente el impacto fiscal de la reforma y, posiblemente, revisar sus parámetros. Es el costo de haber aprobado el cambio previsional más importante en décadas con un exceso de apuro político.
Salud y cuidados será otro ámbito que requerirá atención. Se proyecta que en 2050 Chile será el país de América Latina con mayor población sobre 65 años, con un 26,6%. Los costos asociados a las necesidades médicas de una ciudadanía que envejece solo crecen, generando presiones insostenibles sobre los sistemas de seguros sociales (reparto). Por lo mismo, en el mundo avanzan sistemas basados en el ahorro temprano, con fuertes incentivos al ahorro voluntario que internalizan las mayores necesidades de salud. Pero en Chile esta discusión parece vetada por una administración que solo apuesta por el apoyo del Estado. Las futuras generaciones correrán con el costo de este error, responsabilidad de la clase política actual.