Brasil está pasando por un buen momento. Tras un inicio complejo, después de la victoria presidencial estrecha de Luiz Inácio Lula da Silva sobre Jair Bolsonaro, y luego de que el país superase un violento ataque a las sedes de los poderes federales por los seguidores de Bolsonaro, intento golpista provocado por este, Lula sube en las encuestas en medio del optimismo económico.
Las encuestas muestran que un 60% de los brasileños tiene una imagen positiva de la gestión presidencial, un aumento notable con relación al inicio del gobierno. Lo interesante es que las alzas más pronunciadas en el respaldo a Lula se registran en grupos que apoyaron mayoritariamente a Bolsonaro, como los habitantes del próspero sur del país, y entre las comunidades evangélicas.
Hay una buena evaluación de la gestión del ministro de Hacienda, Fernando Haddad, que ha mantenido a raya la inflación, se ha propuesto un déficit primario cero para 2025, y —ayudado por el sector servicios, minería, y una balanza comercial récord— ha conseguido un crecimiento del PIB que se ha corregido sistemáticamente al alza, llegando al 2,9% al cierre de 2023. La calificación de riesgo crediticio de Brasil ha mejorado por los avances en la reforma del gasto público, por una importante reforma tributaria conseguida, y por la disminución del desempleo.
En agosto pasado, Lula lanzó el Pacto de Aceleración del Crecimiento (PAC), un megaproyecto que prevé inversiones públicas y privadas por casi US$ 350 mil millones, que generarían 4 millones de empleos en cuatro años. Paralelamente, Lula ha reimpulsado y ampliado programas sociales de subsidios como el Bolsa Familia, medidas para compras de alimentos a pequeños productores, y un fuerte financiamiento de viviendas sociales. Según un informe elaborado por una entidad privada, a solicitud del gobierno, 8 millones de brasileños dejaron de sufrir hambre al finalizar el primer año de Lula, por el aumento del salario mínimo y los subsidios del Bolsa Familia.
El problema principal de Lula es que no posee mayoría en el Congreso, obligándolo a reformular varias de sus iniciativas legislativas, y a construir alianzas con agrupaciones como el Centrao de los partidos Progresista y Republicano, que estuvieron antes con Bolsonaro, otorgándoles cargos en un gabinete ampliado. Aun así, Lula ha sufrido derrotas legislativas.
Entretanto, Jair Bolsonaro fue inhabilitado políticamente por 8 años, en un fallo del Tribunal Superior Electoral, por abuso de poder. El caso se centró en una reunión, en plena campaña presidencial, en que el entonces mandatario, usando recursos públicos, les comunicó a los embajadores extranjeros acreditados en Brasilia que el sistema de votación electrónica era una farsa y estaba supuestamente amañado.
La sentencia dejó a Bolsonaro fuera de las elecciones presidenciales del 2026, pudiendo volver a participar en elecciones recién el 2030.
Los problemas de Bolsonaro con la justicia se agravaron con los testimonios de los exjefes de las FF.AA. de que les presentó un complot para invalidar las elecciones de 2022. En otro caso, la Policía Federal recomendó inculpar al exmandatario por emitir certificados falsos de vacuna contra el covid-19. Bolsonaro, temiendo ser arrestado, se refugió en la Embajada de Hungría en Brasilia durante dos noches. Entretanto, el Supremo Tribunal Federal incautó su pasaporte.
Brasil ha vuelto al protagonismo global, después de años de aislamiento de la presidencia de Jair Bolsonaro, liderando, acompañando a China, la ampliación del grupo BRICS (Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica) que, en agosto de 2023, acordó admitir a nuevos miembros.
Brasil es uno de los portaestandartes de lo que se denomina el “Sur Global” y, desde la presidencia rotativa del G20, pretende liderar en la gobernanza económica global, con un acento más político, incluyendo el desarrollo sustentable y las desigualdades sociales.
Entretanto, Brasil ha procurado ejercer un papel de mediador en la guerra de Rusia contra Ucrania, imposibilitado por declaraciones poco imparciales; exitosamente en las tensiones por el Esequibo entre Venezuela y Guyana; y, a través de la creación del esquema de diálogo sudamericano conocido como el Consenso de Brasilia, en el impulso al cumplimiento del régimen de Nicolás Maduro de las garantías (incumplidas) del Acuerdo de Barbados sobre el proceso electoral venezolano.
El Presidente Lula ha mostrado cierta incomodidad con el Presidente Gabriel Boric, debido a la coherencia de principios de nuestro mandatario en condenar sin ambages la invasión rusa de Ucrania y por la claridad en expresar, a diferencia de Lula, que la situación de violación de DD.HH. en Venezuela no es una “narrativa construida”, sino una realidad concreta. Con todo, los lazos entre Chile y Brasil son mas fuertes que discrepancias puntuales y tienen raíces en una larga historia de cooperación y fraternidad.
Heraldo Muñoz
Fue canciller de Chile entre 2014 y 2018