El crecimiento que acompañó a la economía chilena por tres décadas, desde 1985 en adelante, tuvo en la expansión de las exportaciones un aliado fundamental. Luego ha ocurrido una desaceleración del país que no se puede desligar de la que ha sucedido con los envíos al exterior, por más que este no sea el único factor. Entre las industrias exportadoras líderes se encontraba la forestal. Pero esta indudablemente ha perdido dinamismo y el problema tiene un carácter estructural. En efecto, entre 2003 y 2013, sus exportaciones crecieron a un ritmo anualizado —de acuerdo con las cifras reportadas por el Banco Central— de 8,6 por ciento. En la década siguiente, sin embargo, decrecieron a un promedio anual de 0,4 por ciento, de modo que el volumen de exportaciones forestales es hoy menor que en 2013.

Así, no sorprende que el presidente de CMPC, en su última carta a los accionistas, advierta sobre este fenómeno. Es cierto que es parte interesada, pero se trata de una compañía que es un actor mundial y que, en rigor, está realizando gran parte de su expansión fuera del país; de hecho, es lamentable que parte de ese crecimiento no esté ocurriendo en nuestro territorio. En su carta destaca los incendios, las usurpaciones, la violencia y los robos de madera, entre otros factores, como responsables del retroceso del sector. Junto con ello, hace notar también el impacto de una crítica injustificada a la actividad forestal que se ha instalado en el debate público. Ella se refleja, por ejemplo, en el anteproyecto de plan nacional de adaptación al cambio climático del sector silvoagropecuario, cuyo diagnóstico no da cuenta de la evidencia disponible ni se compadece con los esfuerzos que realizan otros países para atraer e impulsar esta actividad.

Esta mirada es compartida por otros actores. Desde la Corporación Chilena de la Madera, por ejemplo, su presidente expresa preocupaciones similares y agrega el escaso apoyo que han recibido pequeños y medianos propietarios de plantaciones forestales, principales afectados por los incendios. Revela, adicionalmente, que en la última década, la forestación (nuevas plantaciones) ha caído en un 99 por ciento y la reforestación en un 27 por ciento. Con ello, se siguen hipotecando el potencial exportador del país y su crecimiento económico. La desidia con la que esta situación es tratada se refleja en la forma en que el ministro de Agricultura se ha referido al tema, donde en lugar de abordar el fondo del problema, ha respondido citando el crecimiento de las exportaciones en los dos primeros meses de 2024, como si ello fuese signo de algo relevante. Desde luego, olvida que su propia repartición informó que el año pasado aquellas cayeron un 16,8 por ciento (el Banco Central informa una baja de 21,1 por ciento), pero, sobre todo, no se hace cargo de que esta realidad se viene arrastrando por mucho más tiempo. Es evidente, entonces, que el país ha estado desaprovechando una ventaja comparativa por la falta de visión en este tema.