Finalmente ayer, luego de casi un mes sin hacerlo, el Presidente de la República volvió a responder preguntas de la prensa. Desde mediados de marzo, solo había formulado pronunciamientos sobre distintas materias, pero manteniéndose al margen de cualquier diálogo con los periodistas. Ayer, sin embargo, cuando las últimas revelaciones de la investigación de la fiscalía sobre el caso Ojeda impactaban al país, el mandatario aceptó contestar preguntas. Con todo, desechó referirse a aquella críptica alusión suya a los hermanos Luksic que, realizada en un discurso, motivara por semanas todo tipo de interpretaciones. “Estoy preocupado de cosas mucho más importantes”, fue su forma de evadir el tema, lo que abre la interrogante de por qué si el asunto era tan poco relevante, mereció incluirse en una alocución presidencial.

Todo indica que aquel relativo silencio de casi un mes —y en general, la tesis de que “el Presidente habla a través de sus ministros”— constituyó una forma de protegerlo de errores comunicacionales y de situaciones incómodas. En este sentido, dosificar las intervenciones puede ser una estrategia razonable, pero muy distinto es rehuir durante semanas el escrutinio periodístico. Es evidente que, por muy importantes que sean los antecedentes que puedan aportar los ministros, el país espera que el primer mandatario se mantenga en comunicación con la sociedad que está llamado a conducir.

De hecho, muchos asuntos que el Presidente subraya con frecuencia inquietan seriamente a la ciudadanía. Por ejemplo, él insiste en que está decidido a mantener una lucha contra la delincuencia sin ceder terreno, pero son abundantes las preguntas que a ese respecto angustian a los chilenos y convendría al país conocer las respuestas presidenciales. En otras naciones sería inimaginable que el jefe del Gobierno se mantuviera inaccesible para la prensa durante casi un mes. En los regímenes parlamentarios, el primer ministro asiste regularmente a las sesiones del Parlamento, con lo cual se mantiene el diálogo con fuerzas políticas representativas, pero en Chile el Presidente puede eludir no solo a los dirigentes políticos, sino también a los periodistas, que son quienes transmiten las inquietudes ciudadanas. No parece sensato, por ejemplo, que se produzcan situaciones como la de los niños sin colegio sin que aparezca la cabeza del gobierno para orientar sobre lo que está ocurriendo.

Una sociedad no puede ser conducida sin una buena comunicación entre gobernantes y gobernados. Después de todo, la elección de un Presidente se debe a sus capacidades de comunicar un programa que le parezca atractivo a la ciudadanía. Se esperaría que, durante el mandato, se mantuviera al menos una comunicación más o menos fluida, con un nivel de franqueza y de frecuencia compatible con la práctica de conducir un país. La comunicación política es un proceso interactivo que supone transmisión de información entre los políticos, los medios de comunicación y el público. Intentar suprimir a los medios es una forma de excluir a la ciudadanía. El silencio presidencial no es bueno para el país ni para el Presidente mismo y su coalición, pues, la distancia que se va creando hará virtualmente imposible reclamar algún liderazgo en la ciudadanía.