Cuando se acerca la hora de escribir esta columna cambio la focalización de mi mirada y procuro enterarme en qué está la actualidad nacional. Me doy cuenta entonces que mi oficio, mi domicilio en Maule y mis preferencias me han alejado de aquello que se halla en el centro de la atención pública en lo que se refiere al acontecer de Chile. Será porque, visto desde cierta distancia, lo que se percibe son más bien corrientes y tendencias, un fondo que se mueve lentamente, el telón sobre el cual se proyecta lo episódico. Sobre ese fondo se construye una actualidad nacional, que siempre existe, pero no coincide necesariamente con la común, al menos la actualidad que definen los medios de comunicación y a la que todos parecen concurrir mansamente. ¿Es lo que se debate en un espacio público circunscrito solo una versión de lo actual? ¿Cómo se decide?
En círculos, aparece después, desde luego, cierto acontecer internacional —el horroroso conflicto en Gaza, la guerra en Ucrania y el terrorismo en Rusia y Europa— que tiene la capacidad de penetrar las fronteras y de convertirse, por lo mismo, no en algo que acaece allá afuera que pueda mirarse como un espectáculo, sino en un acontecimiento que nos compete de un modo íntimo y cercano. Sería lo nacional de lo internacional. Esa actualidad “nacional” se sigue día a día acudiendo a la mayor diversidad de fuentes posibles.
Pero, todavía más, existen hechos que por su naturaleza, ocurran donde ocurran, poseen una universalidad que los convierte siempre en actuales para Chile también. Para llamarla de algún modo, se trata de la actualidad de lo universal. A este ámbito pertenece el acaecer que viene desde las artes y de las letras, el que posee una extraterritorialidad y atemporalidad que lo hacen real e inmediato a cada minuto, sin perecer. Dos ejemplos que se me hicieron patentes esta semana. De un lado, me conmovieron las reflexiones y la espiritualidad vertidas por la pianista Martha Argerich escuchadas en un programa transmitido por el canal Film and Arts. Cada palabra suya provenía de un sosiego que le daba una vigencia permanente. De otro lado, no pudieron sino venir a mi recuerdo, con ocasión de su muerte, las enormes y severas esculturas de Richard Serra, una experiencia pura del espacio, la superficie, el movimiento.
Como sea, la escritura de una columna fuerza a veces a mirar con una perspectiva crítica lo que se presenta desde sí mismo y desde el grupo social como lo actual, que no parece ser sino el tejido de fuerzas y subjetividades.