Un diputado, siendo camarada del Presidente Boric, lo criticó por afanarse en alcanzar acuerdos con la oposición y no impulsar la justicia social, izándola cual máxima. Principio nada original. ¿Qué programa o partido político chileno no promueve lo mismo, y por décadas? El asunto es cómo concebirlo e implementarlo. Lo considera no solo un error, sino un fracaso no haber dado una batalla política en este sentido, ideológica y cultural. Algo en esa línea deslizó un diputado del PC al señalar que el factor que había impedido avanzar en las reformas anunciadas en campaña había sido la ralentización de las movilizaciones sociales. Consecuente con el recurso consustancial de su tienda.
Para el caso anterior, el lector debe estar preguntándose a qué ideología o cultura hacía referencia el parlamentario de Convergencia Social. Si estuvo representada en el proyecto constitucional emanado de la Convención en 2021, captamos la idea y su resultado. Pero el PC sí es portador de una ideología que en sus congresos aún reconoce vigente: “Marxismo leninismo”. Extraño, porque desde hace tiempo las ideologías cerradas están en desuso por desprestigio, aquellas que prometían resolver la gama de problemas de los países.
La ideología es una concepción abstracta que se proyecta sobre la realidad social, un sistema de ideas acerca de lo que debe ser la sociedad, un modelo social que propone métodos o programas de acción para alcanzar metas. Pero la realidad es dinámica, no pueden reducirse las múltiples dimensiones que componen el tramado económico, social, político, cultural y humano a una fórmula que contenga postulados dogmáticos.
Por lo demás, en general, los países que han logrado desarrollarse y alcanzar mejores estándares de vida no han sido conducidos por gobiernos ideológicos, sino que gracias al voluntarismo de mandatarios que han comprendido la gama de particularidades y estructuras de la realidad social existente, hasta con pragmatismo.
La historia de Chile nos da ejemplos al respecto. El más reciente es el período gobernado por la Concertación, vilipendiada por partidos del oficialismo actual. Un conjunto de líderes pertenecientes a colectividades de diferente naturaleza, pensamiento y cultura política, dotados de espíritu propositivo y reflexivo, tomó la decisión de formar una coalición que gobernó de 1990 a 2010, siendo muy exitosa en ámbitos relevantes para el país. Se inició bajo la consigna “La democracia de los acuerdos”.
Qué revelador de una concepción política resulta que diputados reprueben demostrar interés por alcanzar acuerdos con distintas fuerzas partidistas y fomenten, en cambio, la batalla ideológica o la movilización social, optar por la vía de la polarización, con todo lo que ella pueda significar —negativamente— para la democracia y la ciudadanía. Exactamente lo que Chile no necesita ahora ni nunca…, hagamos memoria o leamos historia. A quien “le calce el sayo, que se lo ponga”.