Cuando éramos escolares, al regreso a clases nos pedían una composición que se llamaría “Mis vacaciones”. Andando los años, ya no me la pidieron ni la hice más. Para los periodistas los tiempos de descanso programado son un bien escaso. Y más para los que se dedican a los deportes, que trabajan cuando los demás descansan y dependen, como los técnicos, de algunos resultados: si un equipo gana y clasifica, hay que hacer maletas; si pierde, hay que estar atento al despido. En otras actividades no sucede así y hasta los corredores de propiedades trabajan ahora solo de lunes a viernes y en horario de oficina. Increíble.
En estas cuatro semanas lejos del teclado y cerca del mar pasaron tantas cosas en el deporte “de Chile y el mundo”, como dicen quienes estiman que aún no nos incorporamos al mundo, que estuve a punto de llevar una minuta. Pero resistí el impulso, pues ya sabemos que los sucesos tienden a repetirse (normalmente de peor manera).
Además, en el último día de veraneo sucedió algo que no tiende a repetirse y que, de hecho, llevaba más de veinte años sin suceder. Igual, todos lo esperábamos con el interés de siempre. Un partido de Colo Colo y la U nunca se dejará pasar; es un “must” del aficionado, del crítico, y de casi todos los hinchas (excluidos los idiotas que no pueden entrar a los estadios). Siempre hay algo que ver, confirmar o desechar.
Personalmente, tenía varios apuntes.
El primero, comprobar el estado físico de Arturo Vidal. ¿Y? Está lejos del “King”. La mitad de activo, la mitad de veloz, la mitad de luchador. Quedó la sensación de que se cuida. Uno confirma que es bueno el ojo de Gareca, que no lo llamó a la selección. Y el asunto no termina ahí: después de la derrota no paró Vidal de burlarse del vencedor en redes sociales. ¿Qué es eso? No lo sé. No soy kinesiólogo para lo de la rodilla o el muslo ni psicólogo para lo de las burlas.
También tenía en mis apuntes a Gabriel Castellón. Es cierto que de su calidad actual dio muestras en el Huachipato campeón, pero otra cosa sería verlo como protagonista en el clásico mayor del fútbol chileno, en el Monumental, formando en un gran club y en un partido que su nuevo equipo… siempre pierde. Anda muy bien este “Conejo” que no muerde como el uruguayo y que mantiene la agilidad y los reflejos que hace una década lo llevaron a estar en la línea de sucesión de Claudio Bravo. Buen partido, con un par de acciones decisivas para el resultado.
Quería ver también a Marcelo Díaz, de quien nunca sabré si tuvieron alguna razón sus compañeros de selección que lo desterraron de la Roja y del fútbol chileno. Nos alegró verlo bien y, sobre todo, de capitán, una distinción que merece, tal como su equipo mereció el triunfo.
También fue un buen partido, cosa que no sucedía con los últimos superclásicos, algo desteñidos y anunciados. Ahora gustó.