En un domingo lleno de fútbol para ver con ojos de curiosidad y cierta dosis de expectativa, los choques entre Liverpool y Manchester City (1-1) por la Premier League, y ColoColo conUniversidad de Chile (0-1) por el torneo nacional, dejaron sensaciones muy diferentes, por más que el fútbol siempre sea lindo de mirar.
Hay que partir subrayando la importancia de la intensidad de juego. Para los que actúan en la liga inglesa, aún para los que gustan ver pisar la pelota, amasarla y hacer un regate o dribling (hay varios así), la velocidad para desprenderse del balón —ya sea en pases cortos o largos— se entiende como la manera más eficaz de causar sorpresa. La pausa, en cambio, se asume como un error, como una deficiencia.
En Chile, tal como se apreció en el Superclásico que ganó la U, no estuvo presente el primer concepto, sí el segundo. Salvo por el buen nivel físico que mostraron los azules para presionar la salida de los albos en el primer tiempo, y el tramo final del partido cuando Colo Colo recuperó más rápido para llegar, muy desordenadamente, al área rival, lo que primó fue la pausa, la tenencia, el deseo de asegurar la pelota, controlarla el mayor tiempo posible, no arriesgarla, no acelerar por el miedo a equivocarse y perderla.
En el duelo por la Premier, en que se pudo observar quizás a los dos equipos con más “sello de autor” que se pueden ver hoy, ambos entrenadores (‘Pep' Guardiola y Jurgen Kloop) dieron una clase magistral de cómo ser pragmáticos en el dogmatismo. Guardiola, quien ya desde la temporada pasada ha estado haciendo cambios bien profundos en la estructura táctica y en el funcionamiento del City, ordenó por varios pasajes ser más directos a sus jugadores, anteponiendo la progresión rápida incluso por sobre la justeza y la limpieza de la posesión.
Kloop hizo lo contario. Quiso que su equipo elaborara más. Que el volante argentino Alexis MacAllister se erigiera como conductor y marcara el ritmo, y que el hábil y veloz delantero colombiano Luis Díaz enfrentara mano a mano a los zagueros rivales. Klopp no fue un DT alemán ni uno de rock pesado cómo él se ha autodefinido. Fue uno con pinta de sudamericano, más sinfónico si se quiere.
En el Monumental lo que prevaleció, y lo que a la larga le dio el triunfo a Universidad de Chile, fue la adhesión estricta a una idea de juego única e inquebrantable. Sin matices.
Lo que ha mostrado la U hasta ahora de la mano del DT Gustavo Álvarez ha sido la reiteración de ciertos conceptos, lo que parece lógico porque la idea del entrenador es encontrar una base, un estilo para darle solidez a su equipo.
De esa forma, y solamente de esa forma, Universidad de Chile ha ganado tres partidos al hilo: derrotó a Audax, Copiapó y Colo Colo; fijando una línea defensiva compuesta por dos bloques que tocan corto y una salida rápida por las alas cuando se encuentra el espacio.
El Colo Colo de Almirón, en tanto, perdió el partido mayor jugando igual como ha ganado otros: con una estructura de juego colectiva que se potencia si el rival no lo espera a pie firme y que se desarma si sus volantes carecen de visión de juego. La falta de variedad de ideas les está pesando a los albos.