Con frecuencia recibimos malas noticias sobre la situación educacional en el país. Casi siempre se trata de justificadas advertencias sobre las dificultades para que nuestros estudiantes logren un buen aprendizaje y de los bajos resultados en mediciones de sus aprendizajes.
Por eso es conveniente compartir una buena noticia y anotar algunas de sus enseñanzas.
Hace 12 años empezaron a desarrollarse con fuerza los cursos de nivel universitario de carácter masivo, gratuito y en línea (MOOC, por su sigla en inglés). De hecho, en enero de 2014 en estas mismas páginas escribí una columna titulada “Educación Superior de alta calidad y gratuita para este verano”, haciendo referencia a esta nueva tecnología que pasaba desapercibida en medio del debate sobre gratuidad de la educación superior.
La buena noticia es que de acuerdo a los antecedentes de Coursera, una de las plataformas líderes en esta materia, los chilenos están aprovechando en forma activa estas oportunidades. En Coursera se ofrecen miles de cursos enseñados por más de 275 instituciones, entre las que están las principales universidades del mundo y las grandes empresas tecnológicas. Según su último informe, referido al año 2023, se han inscrito en esa plataforma para seguir algún curso 1,5 millones de chilenos. Si bien no son muchos dentro de los 124 millones inscritos a nivel mundial, es un porcentaje alto de la población en edad de trabajar. El informe destaca que Chile es el país con la participación más alta en América Latina y el cuarto a nivel mundial relativa a su población. Destaca que 106.000 chilenos estuvieron inscritos en el último año en cursos STEM (ciencias, tecnología, ingeniería o matemáticas, por sus siglas en inglés).
Eso demuestra el alto interés y esfuerzo que muchos chilenos en forma silenciosa están dedicando a educarse y capacitarse. Son personas cuya edad tiene una mediana de 34 años, la mitad son mujeres. Todo ello resulta especialmente necesario en una época de fuertes cambios tecnológicos que obligan a ponerse al día, profundizar u obtener una nueva especialidad .
Tres aspectos pueden destacarse para orientar nuestra educación a partir de estos resultados, aparte del valor que representa el interés y dedicación de quienes están siguiendo en forma autónoma estos cursos online.
Lo primero es la necesidad de reforzar las habilidades y competencias para aprender en forma autónoma. Eso pasa por la motivación para aprender y por las habilidades básicas para hacerlo. No por casualidad uno de los cursos más populares de estas plataformas, con más de 3,7 millones de estudiantes inscritos, se llama “Aprendiendo a aprender: Poderosas herramientas mentales que le ayudarán a dominar las materias difíciles”.
Lo segundo es la necesidad de reforzar los aprendizajes de ciertas materias básicas. El mismo informe entrega resultados de las evaluaciones de aprendizajes de los cursos en ciertas áreas y revela que los estudiantes chilenos mostraron muy bajo desempeño en materias como estadísticas, finanzas y comunicaciones. Es indispensable que en los planes y programas de estudio del sistema escolar y superior se refuercen materias básicas que habilitan para seguir aprendiendo toda la vida.
Lo tercero es la creciente importancia de la infraestructura de comunicaciones y las oportunidades que brindan las tecnologías para aprender. La disponibilidad de internet de alta velocidad, de equipos adecuados (un 49% de los chilenos se conecta a estos cursos con su celular) y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías para ayudar en los aprendizajes, que se potenciarán con la inteligencia artificial, son cada vez más necesarios.
Ojalá que esta realidad silenciosa ayude a superar los enfoques demasiado ideologizados, proponiendo “cambios de paradigma”, o puramente formales y burocráticos que con demasiada frecuencia escuchamos de las autoridades educacionales.
José Pablo Arellano Marín