Hasta mediados del año pasado, la principal preocupación en la economía mundial era la alta inflación, con los bancos centrales implementando medidas para controlarla y los analistas evaluando sus posibles repercusiones en el crecimiento, el mercado laboral, las paridades de monedas y la estabilidad financiera.
En Estados Unidos, hacia finales de 2023, el progreso en la reducción de la inflación llevó a muchos analistas a anticipar un retorno controlado de la inflación hacia la meta y el inicio inminente de la disminución de la tasa de política. El Presidente de la Reserva Federal (Fed) incluso mencionó que el tema se había discutido en una de sus reuniones de política monetaria.
Sin embargo, este panorama ha sido cuestionado recientemente debido a la persistente fortaleza en el crecimiento del producto y del empleo, junto con un repunte de la inflación en los últimos meses, especialmente en enero. De hecho, en el cuarto trimestre de 2023, el crecimiento alcanzó un 3,2% anualizado, superando las expectativas, y en enero se crearon 353.000 empleos, también muy por encima de las proyecciones. Este fuerte y resiliente crecimiento es sorprendente, entre otras razones, porque la tasa de política subió entre 500 y 525 puntos base en el período de marzo de 2022 y julio de 2023.
Respecto a la inflación, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) aumentó 0,4% mensual en enero, manteniendo su nivel anual en 3,1%, mientras que la inflación del IPC subyacente subió al 3,4% anual. Más importante aún, la inflación subyacente anualizada de los últimos seis meses aumentó al 3,6% en enero y la de los últimos tres meses al 4,0%. Por otro lado, la inflación del Índice de Precios de Gastos de Consumo Personal (PCE), medida preferida por la Fed, se mantuvo en un 2,6% anual en enero, con su componente subyacente manteniéndose en 2,9% anual. Sin embargo, sus tasas anualizadas tanto de los últimos seis como de los últimos tres meses se incrementaron marginalmente en enero a 2,5 y 2,6% respectivamente, ambos por encima de la meta de la Fed. El reciente aumento de la inflación ocurre cuando, a pesar de la caída de los precios globales de los bienes, los precios de los servicios siguen subiendo y los mercados laborales, aunque mejorando, continúan estrechos.
Las sorpresas en la actividad económica y la tardanza en la convergencia de la inflación a la meta están repercutiendo en los precios financieros y en las proyecciones de recortes de tasas. Inicialmente, los mercados anticipaban una serie de recortes de tasas para este año, comenzando tan pronto como en marzo. Sin embargo, ahora se han acercado más al escenario presentado por los miembros del Comité de Mercado Abierto de la Fed en diciembre pasado, que sugería solo tres recortes comenzando a mediados de año.
Dado el comportamiento mostrado por la inflación y la actividad en los últimos meses, recientemente, varios miembros del Consejo de la Fed y presidentes regionales han manifestado que sus decisiones dependerán del progreso en la reducción de la inflación, descartando recortes de tasas inminentes. Como consecuencia, las tasas a largo plazo vuelven a subir y el dólar se fortalece. Aun así, existen señales de que el desequilibrio entre la oferta y la demanda de trabajo, persistente en los últimos años, se ha estado reduciendo. Esto se evidencia en una tasa de renuncias ligeramente inferior a la de 2019, un descenso de las vacantes, una desaceleración del crecimiento de los salarios y una disminución marginal de la tasa de ocupación de la población de 25 a 54 años. Estos factores podrían anticipar que la economía estaría encaminándose a un aterrizaje suave, esto es, sin caer en recesión, algo que históricamente ha sido muy difícil de lograr.
En la Zona Euro (ZE), hacia finales de año pasado, se observó un aumento de la inflación, alcanzando un 2,9% anual en diciembre, para luego bajar a 2,8% en enero y un 2,6% en febrero. Mientras que la inflación subyacente ha estado descendiendo desde agosto pasado, alcanzando un 3,1% anual en febrero. Sin embargo, a diferencia de EE.UU., la inflación anualizada del IPC de los últimos seis meses fue solo del 0,5%, y la de los últimos tres meses 1,7%, mientras que la inflación subyacente anualizada fue del 0,1% en los últimos seis meses y del 0,7% en los últimos tres. Estas significativas reducciones se deben a la caída de los precios de la energía y los productos básicos, así como a la debilidad de la demanda interna y la actividad económica resultante de las alzas de tasas.
En Japón, la inflación subyacente se mantiene en 2% anual, aunque la total sigue sobre 2%, y la economía se contrae. No se anticipan cambios en su tasa de política monetaria, que permanece en -0,1%. Por su parte, China enfrenta una situación más extrema, con una deflación en medio de un crecimiento debilitado por la crisis inmobiliaria y el bajo dinamismo del consumo, la inversión privada y la infraestructura pública.
En estas circunstancias, lo más probable es que la Fed tarde más tiempo en comenzar a disminuir su tasa de interés, mientras que la ZE podría comenzar a reducirla antes porque la inflación cae con fuerza en el margen y la economía está deprimida. Por otro lado, los países emergentes, que están más avanzados en el control de la inflación, podrían seguir reduciendo la tasa para impulsar su crecimiento. Como consecuencia, manteniendo todo lo demás constante, el euro y las monedas de los países emergentes seguirían débiles frente al dólar.
En Chile, gracias a la respuesta oportuna y contundente del Banco Central y al apoyo de la política fiscal, la inflación se ha reducido significativamente y el déficit de la cuenta corriente ha regresado a niveles más sostenibles. La inflación anual fue 3,2% en enero, medida con la nueva canasta del IPC del 2023, y 3,8% usando la serie empalmada, siendo la primera una mejor medida de la dinámica actual de la inflación. Sin embargo, usando esta nueva canasta, la inflación anualizada de los últimos seis y tres meses llegó a 3,9% y 3,6%, respectivamente. Aunque el trabajo de llevar la inflación a la meta va bien encaminado, aún queda recorrido para que regrese al 3%. Con todo, la dosis contractiva de la política monetaria debiera seguir reduciéndose dado el gran progreso en la convergencia de la inflación a la meta y la debilidad de la actividad y a pesar del repunte en el Imacec.
Es claro que el camino hacia la estabilidad de precios no es fácil y está lejos de ser lineal. Los bancos centrales enfrentan el desafío de completar el trabajo de llevar la inflación hacia la meta, equilibrando los riesgos de no bajar las tasas antes de tiempo y de mantenerla en un nivel contractivo más allá de lo necesario, lo que afecta el crecimiento y el empleo. Es crucial que las autoridades monetarias se mantengan atentas y adaptables a las condiciones cambiantes del entorno macroeconómico global y local.