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Editorial
Domingo 11 de febrero de 2024
Primera Dama
''La desaparición de esa función ha sido, en la visión de muchos, una pérdida para el país''.
Múltiples manifestaciones de cariño popular y de hondo respeto ha recibido la ex primera dama Cecilia Morel. Son el resultado de sus altas cualidades de servicio y de la trascendencia de sus actividades mientras ejerció ese papel. Desde sus propias iniciativas sociales hasta la continuidad que dio a acciones iniciadas en otros períodos de gobierno, su labor fue de alto valor para el país. Todo ello la ciudadanía lo percibió con claridad, por lo cual no cabe sorprenderse de que, en estos días en que ella atraviesa momentos de gran dolor, hayan aparecido espontáneamente tantas expresiones de aprecio.
El rol de primera dama no está establecido en la Constitución ni en las leyes de ninguna democracia, pero es reconocido en casi todas, pues permite aprovechar la notoriedad que le otorga a esa posición la cercanía con el jefe de Estado para darle un sentido social de apoyo a los más necesitados desde la misma casa presidencial. Hace ya dos siglos que es reconocido como una suerte de título de honor, pero experimentó un gran cambio con Eleanor Roosevelt, la primera dama de EE.UU. durante la Segunda Guerra Mundial. Ella, inicialmente, sentía repulsión por ejercer ese papel, pero decidió transformarlo, dedicándose a causas como los derechos civiles y el feminismo de esa época. Llegó, así, a convertirse en una figura política que se proyectó en la diplomacia, después de muerto su esposo, participando en la Declaración Universal de DD.HH.
En Chile también se había creado una tradición en ese papel, con figuras de trascendencia como fue Juanita Aguirre de Aguirre Cerda. Tras el terremoto de Chillán, ella protagonizó la transformación de la actuación de la primera dama, alejándola de lo meramente protocolar e involucrándola en valiosas tareas de ayuda social. Con posterioridad ha habido otras mujeres de gran valía desempeñando esa función y el país guarda buenos recuerdos, por ejemplo, de Luisa Durán de Lagos, quien también inicialmente rechazó la denominación, pero impulsó tareas de profundo significado social, como el programa Sonrisa de Mujer o la Fundación de Orquestas Juveniles. Cecilia Morel inscribió su nombre en esa tradición con el impulso que les dio a las seis fundaciones que dependían de ella y la creación del programa Elige Vivir Sano.
Si bien la reacción inicial de mujeres independientes, con carreras profesionales de proyección, puede haber sido de reticencia a desempeñar el rol de primera dama, la desaparición de esa función ha sido, en la visión de muchos, una pérdida para el país. La decisión fue tomada, sin debate alguno, por una persona que veía esas tareas como si correspondieran a un cargo que otorgaba poder y su arraigo ciudadano, como una anomalía. El desarrollo futuro de las fundaciones que de ella dependían será una medida del impacto de haberles retirado el patrocinio presidencial. Como sea, no sorprende que, con motivo de los trágicos incendios en Viña del Mar, quienes conocen la historia de Chile y el papel jugado por ex primeras damas frente a grandes emergencias, lamenten el ocaso de esta institución.