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Editorial
Sábado 03 de febrero de 2024
Primera infancia postergada
''Un área crucial para avanzar en equidad sufre las consecuencias de una equivocada priorización de los recursos''.
De acuerdo con la Encuesta Casen 2022, los niños entre dos y cuatro años que asisten a educación inicial alcanzan al 58 por ciento. Pero este promedio esconde importantes diferencias por realidad socioeconómica. Así, en el 20 por ciento de los hogares de mayores ingresos, el 75 por ciento asiste, mientras que en el quintil de menores ingresos la cifra baja a 49 por ciento. A su vez, la Encuesta Longitudinal de Primera Infancia muestra que ya a los cinco años hay importantes brechas en el desarrollo cognitivo entre niños provenientes de hogares de alto y bajo nivel socioeconómico y cultural. Dichas brechas son apenas menores que las observadas para grupos equivalentes en la prueba de admisión a la educación superior.
Es evidente que, para alcanzar una igualdad de oportunidades efectiva, se requiere hacer un gran esfuerzo en la primera infancia. Un eje relevante lo constituye precisamente el desarrollo de la educación inicial. El último presupuesto de la nación, sin embargo —y confirmando la tendencia del anterior—, muestra un retroceso de los recursos destinados a esta área. Este retroceso se concentra especialmente en los subtítulos 31 y 33, correspondientes a las partidas de inversión e infraestructura. La decisión hipoteca la expansión de la cobertura en este nivel educativo, pero también cuestiones como la mantención de los jardines infantiles en buenas condiciones. Al respecto, es pertinente recordar que la razón principal que se esgrime en los hogares de bajos ingresos para no enviar a los niños a un jardín es que no sería necesario porque los cuidan en la casa (Casen). La respuesta revela el bajo valor que se le atribuye a esta experiencia, a pesar de que empíricamente tiene un alto potencial de influir positivamente en el desarrollo socioemocional y cognitivo de los menores más vulnerables. Una inadecuada mantención de los jardines contribuye a validar esa percepción equivocada.
Pero el presupuesto tampoco contempla los recursos mínimos para impulsar una agenda de cambios que permita mejorar en plazos prudentes esta educación. Diversos indicadores sugieren que esta es hoy de una calidad inferior a la deseable. Por cierto, son cambios que, de promoverse, tomarán tiempo en madurar, pero si se quiere avanzar en equidad, no se pueden postergar. Si bien las holguras fiscales son escasas, la situación que está manifestándose es una de equivocada priorización de los recursos. Después de todo, el presupuesto para el Ministerio de Educación está aumentando en $600 mil millones para 2024, pero el 57 por ciento de este monto se destina a financiar la gratuidad en educación superior y la amortización por no pago del CAE. Otro 15 por ciento va a cumplir compromisos con una carrera docente que no está teniendo ningún impacto en mejorar los aprendizajes en el sistema escolar. En este contexto de prioridades equivocadas, es muy difícil asegurar recursos para la primera infancia y con ello el avance en equidad, tanto a nivel educativo como general.