El estancamiento de un país puede manifestarse de formas inusitadas. Hoy no voy a aburrir con el PIB per cápita que no crece o los salarios reales congelados. No, hablemos de fútbol. En particular, del autoproclamado equipo “más popular” de Chile: Colo Colo.
La liga de fútbol chilena se transformó en los 90. Con una economía que crecía, los clubes entendieron que un buen espectáculo atraería a una hinchada con un poder adquisitivo al alza. El resultado fue potente. Grandes inversiones, planteles de primer nivel, finales electrizantes y estadios llenos. Colo Colo campeón de la Libertadores el 91 fue clave en la atracción de recursos al sector.
El club del cacique aprovechó el proceso con todo. Entre 1992 y 2007, en torneos nacionales acumuló una diferencia de gol agregada de +402 tantos, y de un total de 30 copas locales disputadas, fue campeón en 11 oportunidades, una notable tasa de éxito de 37%. Aun cuando hubo dificultades, el proceso permitió “producir” desde la cantera jugadores extraordinarios. Entre ellos, un monstruo en la cancha, Arturo Erasmo Vidal Pardo. El “Rey” dejó Colo Colo el 2007 para ir a la Bundesliga.
Todo se enredaría en el equipo de Pedreros. Algunos culpan a la forma de organización (S.A.), pero hubo demasiada comodidad en un torneo que perdía competitividad internacional. De hecho, nadie se inmutó cuando su delantero estrella (Paredes) cumplía 40 años, señal de que no había cantera o hambre de triunfo entre los más jóvenes. Así, a partir del 2008, la tasa de éxito del club en torneos locales cayó un 33% respecto del 92-07, su diferencia de gol se desmoronó un 17% y acumuló -22 goles en torneos internacionales (fue +16 en 92-07). Y anticipando lo que sería la posición de Chile en el ranking de crecimiento 2023, Colo Colo estuvo a punto de ser colista y descender el 2021. Quién sabe, en una de esas ese trauma hubiese despertado al guerrero de su escudo (¿cuánto vamos a crecer este año?).
Y así llegamos al 2024. ¿Cómo dar vuelta el partido? Con añoranzas del pasado, la apuesta es por no otro que el gran Arturo Vidal.
Camino a los 37 años, su retorno ya elevó la venta de camisetas y abonos al Monumental. Sin embargo, él intuye que eso es insuficiente y su primer mensaje apuntó a lo que todo economista sabe: “hay que invertir para ganar”. El problema es que su fichaje, y con respeto lo digo, demuestra la ausencia de ideas en un club con una crisis estructural. Es como pensar que un par de ministros con experiencia pueden contagiar de conocimiento y seriedad a un elenco amateur. Lamentablemente, ni en deportes ni en política el efecto par funciona así.
Donde Vidal sí será un aporte gigante es en las divisiones inferiores del club, incluso entre los jóvenes que harán banca por su contratación. Es que los incentivos son inmensos. Imagine ser la promesa que le quitó la titularidad al ídolo, que lo jubiló.
Entonces, puede ser contraintuitivo, incluso molestar, pero el éxito del retorno de Vidal pasará por la aparición de jóvenes que no solo quieran jugar con el astro, sino que en base a disciplina y esfuerzo busquen dejarlo en la banca. ¿No hubiese sido ese el instinto del joven Arturo? Sin jugadores con ese apetito, que eviten la frivolidad y trabajen duro, el estancamiento del club continuará.