Paradójicamente, esta semana estuvo marcada por las pensiones…
Mientras el Gobierno obtenía una pírrica victoria en la Cámara de Diputados, donde se aprobó la idea de legislar sobre la reforma de pensiones, se conoció el informe de Contraloría sobre las otras pensiones, las de gracia. Dos malas noticias para el oficialismo. Dos mazazos.
Por una parte, el organismo encabezado por una activísima Dorothy Pérez, dio cuenta de una serie de irregularidades en el otorgamiento de las pensiones de gracia. De paso, corroboró todas las sospechas: en la primera línea (recibida con honores en el ex Congreso) abundaba el lumpen. Hay que tener en cuenta que 58 pensionados tienen condenas. Algunos, de hecho, por delitos violentos: producción de material pornográfico infantil, abuso sexual y homicidio. Y lo que es peor, se constató que había datos que no se comprobaron, que ciertos postulantes no entregaron certificados médicos y, entre otros, que hubo aumentos de pensión sin que existiera sustento.
En el Congreso, mientras tanto, se aprobaba la idea de legislar la reforma de pensiones, pero se caía el corazón de ella: el 3 y 3, su distribución y garantía, y la creación de un inversor de pensiones del Estado. Y el panorama en el Senado se ve todavía peor. Más aún tras la insólita bravuconada del diputado Ibáñez.
Así las cosas, pensiones y pensiones (de gracia y previsional) se terminaron transformando en una derrota política del Gobierno en una sola semana. Pero más importante que eso, representa el resumidero de una derrota ideológica profunda.
Atrás quedó la epopeya heroica del estallido social, la justificación a la violencia y la evocación del cuadro de Eugène Delacroix sobre “la libertad guiando al pueblo”. La existencia del malestar en ese momento y el amplio apoyo ciudadano es imposible de soslayar, pero es claro que el paso del tiempo ha significado un volteo de la ciudadanía. Y si bien la lápida fue puesta tras el rechazo a la propuesta de la Convención, los episodios conocidos esta semana no hacen más que acrecentarlos. Y la cuenta es imposible no pasarla a los principales responsables de esa borrachera colectiva.
Atrás parece haber quedado también en “No + AFP” y lo que ello implicaba. La ayuda que significaron los retiros para desmentir las afirmaciones realizadas... ¡por parlamentarios! (que la plata no estaba, que se la habían entregado a las empresas y un largo etcétera) se empiezan a desvanecer, a la par de que la gente en todas las encuestas aboga por su interés individual y no por la “solidaridad”. Se trata así de una nueva derrota ideológica para la generación que buscaba cambiar el modelo. El mal uso de los recursos fiscales en pensiones de gracia alimenta además la desconfianza en el Estado y en la capacidad que tiene de administrar las pensiones y su fondo de 200 mil millones de dólares al margen de la política.
Así las cosas, pensiones y pensiones (de gracia y previsional) han terminado por enterrar cualquier legado del Gobierno. Las pensiones de gracia representaban el estallido y la nueva Constitución, y el nuevo sistema de pensiones significaba enterrar el modelo neoliberal. Los dos mandatos entregados pero revocados por la ciudadanía. Las dos cosas que el Gobierno probablemente no podrá legar.
El año que viene (en Chile, el año comienza el 1 de marzo) será particularmente difícil para el Gobierno. En medio de elecciones, liderazgos desgastados y una oposición que si bien es una montonera tiene dos liderazgos muy fuertes de cara a la próxima presidencial. Pero el mayor problema no es político, es ideológico. La ciudadanía cambió. Al menos por ahora. Seguridad y crecimiento se enarbolan para 2024, tal como el lema de la bandera brasilera (“orden y progreso”), en una cancha en que la izquierda no se siente cómoda y en la que probablemente no juega bien.
La ciudadanía cambió. No cabe duda.
Pero, ojo, los cambios no son definitivos.
Ya Voltaire lo tenía claro: “Conozco al pueblo, cambia en un día”.