Después de dos plebiscitos sobre un par de constituciones que fueron ampliamente rechazadas, se puede concluir que hay una amplia mayoría, formada por personas de sectores socioeconómicos diversos, que votó portando pensamientos o intereses semejantes. Una y otra respondían a postulados ideológicos o contenían una interpretación teórica de la realidad en general que, como sabemos, es muy heterogénea en cuanto a problemas con los cuales los ciudadanos deben lidiar cotidianamente. Esa mayoría esperaba una normativa sensata, expedita, eficiente.
La idea de una nueva Constitución surgió frente a problemas sociales que afectan a la población y que debían solucionarse. Y hubo quienes argumentaron que, supuestamente, una Carta Fundamental salvadora los resolvería; claro que la demanda también se expresó con una violencia extrema caótica y avalada, con silencio cómplice, por partidos de izquierda con nombre y apellido. Así se entiende que la aspiración no viniera desde la calle. En ese contexto fueron agrupaciones partidistas las que interpretaron que era urgente, dijeron, ante una crisis política. Se aprovechó un momento desgraciado que incitó al arco de partidos a apoyarla, junto a movimientos sociales influidos también desde dirigencias partidistas. Pero a la gran mayoría del país, a personas comunes y corrientes, no se les puede asignar la iniciativa.
El asunto es que se compusieron, en instancias diferentes, constituciones como modelos de sociedad o programas considerados más adecuados para aplicarlos a una realidad diversa, conformada por personas que portan una cierta racionalidad o forma de ser propias. Sin tener en cuenta que esa extensa mayoría es práctica, hasta pragmática en el buen sentido. Conste que la discusión en torno a los principios o doctrinas que estuvieron en juego en el debate constitucional no les interesó. Debiera tenerse en cuenta que, en nuestra época, las ideologías importan poco o nada. Más valor tiene el aprendizaje a partir de la experiencia, elemento fundamental para entender la verdadera política. Las soluciones esperadas no provienen de cosmovisiones de partidos. ¿Cuáles son los personajes o autoridades que figuran más respaldadas? Alcaldes o gestores de realidades concretas.
Tan pragmática es la mayoría que cuando los transeúntes responden sobre delincuencia, piden “mano dura”, “estado de excepción con colaboración militar”, “cerrar fronteras”. ¿En La Araucanía? “Fuerzas armadas activas”. Ante apremios económicos domésticos, aprendieron que el esfuerzo propio es más fructífero (la pyme) que el “maná estatal”, algo que ya es corriente y notable, además, entre mujeres y jóvenes. Y así, acciones significativas más que teorías o planteamientos grandilocuentes. En política ideologizada priman ideas especulativas; en una política realista, importan las personas. Para definir no solo constituciones, sino leyes juiciosas, se requiere mente abierta, aspirar a organizar la existencia con normativas razonables sin encasillarla en ideologías cerradas: diálogo reflexivo, equilibrio, concordar posiciones, aplicar el sentido común. Nada de posiciones dogmáticas, ideologías duras de izquierda o derecha.