Tras decretarse la libertad religiosa en el Imperio Romano por Constantino I en el siglo IV, la Santa Sede estableció el 25 de diciembre como la navidad de Jesús, extendiéndose la festividad por Europa. Fue en el siglo VI que se impuso su celebración en los pueblos ibéricos de España y, corriendo los siglos, la primera Navidad en América fue evocada por Cristóbal Colón el 25 de diciembre de 1492 en la isla “Española” (Santo Domingo y Haití).
Aunque se considera que en propiedad debiera datarse en 1526, cuando fue celebrada en Nueva España (México) con indígenas locales como parte del proceso de evangelización, según comenta epistolarmente el fraile franciscano Pedro de Gante al monarca Carlos V, arraigando el ritual en costumbres indígenas. Así, otras solemnidades cristianas fueron divulgándose entre los naturales del continente.
Ocurrió en Chile más tardíamente con la llegada de la hueste de Pedro de Valdivia en 1541. La reducida comunidad de españoles y nativos celebró la misa de Nochebuena y la adoración al niño en el pesebre: “Esta pequeña cuaresma… disponía el corazón de los fieles y suscitaba en su ánimo un sentimiento de expectación por la Navidad” (Gabriel Guarda). La sociedad fue creciendo, mas no siempre fue un festejo en paz, desde que comenzó el primer ciclo de la Guerra de Arauco, 1550-1598.
El día de Navidad de 1553, el gobernador Valdivia, llegando con un pequeño grupo de soldados al fuerte de Tucapel y habiéndolo encontrado destruido por fuerzas mapuches dirigidas por el cacique Lautaro, su antiguo paje, fue sorprendido por guerreros que atacaron en oleadas, hasta ser vencido, tomado prisionero y asesinado. El hecho fue una dura derrota y un augurio para los aborígenes: los españoles podían ser vencidos. Si este golpe fue importante, el de 1598 y en las mismas fechas también fue relevante. Se le llamó el desastre de Curalaba. Esta vez el gobernador Martín García Óñez de Loyola fue muerto y casi todo su contingente. El levantamiento continuó con la destrucción de las villas y fuertes españoles ubicados entre Concepción y el canal de Chacao.
En adelante Concepción se constituyó en plaza militar, disponiendo de un ejército permanente y una frontera de guerra a lo largo del Biobío. La gobernación chilena se redujo al territorio comprendido entre Copiapó y Concepción. Fue el Chile tradicional, colonial, donde se fundaron nuevas ciudades, se realizó la independencia y levantó la República, al tanto que la Navidad se propagó al amparo de la Iglesia, la fe católica y las congregaciones religiosas, según la usanza sencilla que le era propia.
En el siglo XIX, no solo se incrementó el territorio del país, sino que experimentó un proceso de modernización general de 180º, máxime culturalmente, según el canon de las economías del Atlántico Norte, con la consecuente mutación de la Navidad. El árbol decorado figuró en 1850, iluminado después y pronto llegó Santa Claus, hasta ser lo que conocemos hoy. No censuro esta tradición, es afectuosa, solo que tiende a diluir el necesario sentido original, la humildad trascendente del suceso celebrado. Y ahora el clima incierto, odioso y combativo que vivimos, como otrora, malogra el destello de luz y paz que emana de Dios convertido en niño.